El concepto de ciudadanía encierra una complejidad en su definición, ya que implica tanto el sentimiento de pertenencia que une a una persona con su comunidad, como la relación jurídica que tiene con el Estado. En otras palabras, la ciudadanía responde a una condición legal por la cual los individuos cuentan con ciertos derechos y obligaciones, que tienen que cumplirse de acuerdo a la legislación en busca del bien del conjunto de la comunidad.
Como su objetivo es lograr una vida plena en sociedad, la ciudadanía incluye la participación directa o indirecta, de manera colectiva o individual, en la resolución de los asuntos públicos. En este sentido, no solo se ejerce el derecho y la obligación ciudadana al momento de votar para elegir a los representantes, sino que existen otras formas de intervenir políticamente como pueden ser las manifestaciones en reclamo de derechos, la militancia en agrupaciones políticas o directamente el ejercicio de un cargo público.
Trazado histórico
La ciudadanía es una construcción histórica que se relaciona con el modo en que los miembros de una sociedad se vinculan con la vida pública. En ese sentido, la concepción de la ciudadanía ha ido variando a lo largo de la historia.
En primer lugar, el concepto surgió en la Antigua Grecia. En las polis que contaban con una organización política democrática, es decir, que implicaba la participación del “demos” o pueblo, existía una plaza pública (ágora) en la cual los ciudadanos se reunían para discutir los asuntos comunes de la ciudad. No obstante, no todos los habitantes eran ciudadanos sino que se consideraba como tales a los hombres allí nacidos que pertenecían a la elite. Posteriormente, en la Antigua Roma, durante la época de la República, la ciudadanía se amplió también a los plebeyos, quienes lucharon por obtener derechos civiles que finalmente consiguieron mediante una serie de reformas legales. Allí, los ciudadanos contaban con derechos públicos, como votar, y con derechos privados, como contraer matrimonio legal o poseer esclavos. Es de destacar que, durante la Antigüedad clásica, ni mujeres ni esclavos fueron considerados ciudadanos.
A partir de la Edad Media, la ciudadanía comenzó a perder fuerza. En el período feudal dejó de considerarse a los habitantes como ciudadanos y los mismos pasaron a ser vasallos del señor feudal. Posteriormente, durante el período absolutista, los individuos se convirtieron en súbditos del monarca quien decidía en nombre de ellos y a quien debían obediencia constante. Así, la Edad Media se caracterizó por la ausencia de derechos civiles y políticos y las personas no contaban con ningún tipo de incidencia en torno a la toma de decisiones sobre la vida pública.
Hacia finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII, la figura del ciudadano resurgió producto de las premisas de la Ilustración, movimiento filosófico que consideraba a todos los hombres como poseedores de los mismos derechos. En la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, sancionada tras la Revolución Francesa de 1789, se puede observar claramente que la noción de ciudadanía está ligada a la posesión de derechos. Así, desde ese momento, la ciudadanía pasó a estar asociada a la garantía de derechos, la representación política y la pertenencia a un Estado nacional. Sin embargo, no fue hasta el siglo XX que la participación ciudadanía se amplió a las mujeres y a las minorías étnicas.
Características
En la actualidad, la ciudadanía cuenta con las siguientes características:
• Establece el vínculo jurídico entre el individuo y el Estado.
• Implica formar parte de una comunidad organizada.
• Se relaciona con el sentido de identidad y pertenencia.
• Conlleva la igualdad por derecho frente al resto de la comunidad.
• Exige a los individuos que cumplan con sus obligaciones por el bien la comunidad.
• Habilita la participación activa en la toma de decisiones públicas, tanto de forma directa como indirecta por medio de los representantes.
• Es fundamental para el ejercicio democrático del poder.
• En general se obtiene al alcanzar la mayoría de edad.
Hacia una ciudadanía global
En la actualidad existen diversas problemáticas que exceden los límites de los Estados nacionales como, por ejemplo, los efectos de los gases invernadero o las desigualdades de género. En ese sentido, hoy en día se habla de una ciudadanía global que implica la participación activa de todas las personas en lo que refiere a la resolución de problemas que nos afectan a escala mundial.
Así es que, en base a la ciudadanía global, surgieron tratados internacionales que intentan saldar esas problemáticas, como el Acuerdo de París firmado en 2015, a la vez que nacieron movimientos de lucha que no responden a una nacionalidad en particular, como pueden ser el ecologismo y el feminismo.