Si todos los ciudadanos tienen unos deberes y obligaciones que cumplir, resulta lógico deducir que en la actividad profesional debería suceder algo similar.
Algunas actividades profesionales incorporan ciertos principios que se encuentran implícitos en el desarrollo de la actividad concreta. Pensemos en un médico. Es alguien cuyo objetivo profesional consiste en curar a quien se encuentra enfermo. Esta circunstancia es determinante y, de hecho, todos los médicos están obligados a respetar el juramento hipocrático, que establece la prioridad de la sanación por encima de cualquier otra consideración. Este ejemplo pone de manifiesto que en algunas profesiones puede haber un dilema ético en un momento dado. Un juez, un médico o un bombero tienen que actuar a partir de un procedimiento técnico y, al mismo tiempo, respetando unos principios éticos que forman parte de su profesión.
La ética profesional ( que también recibe el nombre de código deontológico ) es el conjunto de principios que deben regir el comportamiento moral de un profesional. En este sentido, cada sector o gremio establece cuáles deben ser estos principios generales. Son pautas de tipo moral que pretenden recordar al profesional qué es lo correcto y qué no lo es. Es una manera de dotar a una profesión de un componente de responsabilidad individual que debe acompañar a los procesos técnicos.
La ética profesional parte de un principio simple: no todo vale. Esto quiere decir que es legítimo ejercer una profesión pero no se puede actuar al margen de unos valores o principios morales. Y para que la ética profesional no se quede en una idea vaga e imprecisa se establecen unos códigos deontológicos que delimitan la dimensión ética de un ámbito laboral. Así, en los últimos años cada profesión establece sus propios reglamentos, guías o códigos de actuación: los docentes, los profesionales de la salud, los periodistas o los directivos de algunas multinacionales. Con la descripción de estas orientaciones se pretende establecer límites entre lo legítimo y lo ilegítimo, lo adecuado y lo incorrecto.
Incumplir un código de ética profesional supone un desprecio hacia la propia profesión. Es una manera de no respetar una «regla del juego» que se considera esencial y que ha sido establecida de forma consensuada por los propios miembros de un sector laboral. Al mismo tiempo, firmar o suscribir un código profesional es algo más que un gesto simbólico, es un compromiso personal en relación con el ejercicio de una profesión.