La ética puede definirse como aquella rama del conocimiento que se encarga de estudiar las acciones morales de la sociedad y sus componentes, así como las normas y reglas que marcan su comportamiento.
A partir de este concepto, los códigos de ética surgen como la compilación de las normas y reglas que resultan adecuadas o más apropiadas para un determinado grupo de personas. Estos códigos pueden estar expresados de forma explícita (como es el caso de los códigos deontológicos) o implícita.
Beneficios de los códigos de ética
El establecimiento de un código de ética genera múltiples beneficios en el entorno empresarial. Ayudan a crear un clima de confianza en torno a la empresa. Su credibilidad aumenta de cara a los agentes sociales y económicos con los que se relaciona, resultando en muchas ocasiones más efectivos que los controles gubernamentales.
Además estos códigos suponen una barrera defensiva ante una posible publicidad negativa, ya que cortan de raíz la aparición de prácticas empresariales o conductas en empleados que pudieran considerarse como poco éticas.
Y finalmente está la propia satisfacción del personal. Los empleados se identifican con la empresa, generando un mayor sentimiento de fidelidad y el deseo de querer hacer su labor lo mejor posible.
La dificultad de establecer un código de ética
A la hora de establecer un código de ética la tarea resulta realmente complicada ya que no siempre es fácil dirimir qué es ético y qué no lo es. Hay que tener en cuenta que la ética va más allá de la legislación, es decir, una actividad puede ser legal pero no por ello ética. Por ejemplo, en diversos países del mundo el maltrato a la mujer se ve como algo normal y no se persigue por ley, pero sin duda se trata de una práctica éticamente recriminable desde nuestro punto de vista.
Este último pensamiento entronca directamente con la mayor dificultad de aplicación de los códigos de ética y es que estos, al fin y al cabo, no dejan de ser la plasmación de unas ideas subjetivas. La ética varía de unas sociedades a otras. Cada grupo juzga las acciones de una manera distinta en función de su contexto cultural o los meros intereses personales.
Por ello siempre hay que tener presente que la ética es ambigua. Habrá situaciones en las que la confrontación de opiniones estará asegurada y por tanto la principal finalidad de hacer público un código de ética no es pretender que todo el mundo se rija por esas mismas normas de conducta, sino dar a conocer a los demás qué se considera aceptable y qué no.