Los múltiples e intensos sonidos de las ciudades producen sensaciones desagradables en las personas. Los sonidos se generan en fuentes fijas o móviles y se propagan en todas las direcciones. El grado de molestia de algunos sonidos depende de su duración y de su intensidad. El nivel de intensidad se mide en decibelios y esta escala de medición se extiende desde 0 para los sonidos casi inaudibles hasta 120 o más para los sonidos que provocan dolor y malestar al sistema auditivo de los humanos. Los efectos perniciosos de los sonidos son conocidos como contaminación auditiva, también denominada contaminación acústica.
La medición de la contaminación auditiva de algunos sonidos cotidianos
El instrumento que se utiliza para medir los efectos del sonido sobre la salud es el sonómetro. Este dispositivo tiene un micrófono que capta las señales sonoras y en sus circuitos interiores se procesa el sonido. En una pantalla se pueden observar los niveles de sonoridad. De esta manera, una brisa suave que mueva las hojas de un árbol producirá 10 decibelios, una conversación normal a poca distancia produce 60 decibelios, el tráfico urbano de intensidad normal genera 80 decibelios, en una discoteca se alcanzan los 100 decibelios y el despegue de un avión unos 120 decibelios.
La fisiología del sistema auditivo y la resistencia del oído humano
Las ondas sonoras penetran en el oído a través del canal auditivo. Este canal termina en el tímpano, una membrana que se comunica con el oído medio. En el oído medio existe un sistema de palancas formado por tres pequeños huesos (martillo, yunque y estribo) que conectan con el oído interno. En esta parte del sistema auditivo se encuentran los conductos semicirculares, los cuales regulan el sentido del equilibrio. Por otra parte, en la cóclea es donde tiene lugar el proceso principal de la audición. En la cóclea se encuentran las células sensoriales que activan las señales eléctricas que informan al cerebro sobre los sonidos.
Los ruidos del exterior afectan a las células receptoras del oído. Si el ruido es intenso las células pueden llegar a deteriorarse o incluso llegar a perder su funcionalidad y provocar sordera. Hay que tener en cuenta que el número de células sensoriales está ya determinado en el momento de nacer, por lo que no se renuevan. En consecuencia, el daño que pueden padecer las células sensoriales es irreparable.
Las pérdidas auditivas se evalúan por medio de audiometrías, para lo cual el paciente debe exponerse a sonidos de distintas frecuencias y en un audiograma se registran los resultados obtenidos.
La contaminación auditiva de algunas urbes agudiza la pérdida auditiva natural asociada a la edad. La exposición continua a los ruidos afecta gravemente a la audición, por lo que a mayor tiempo de exposición, mayores son las consecuencias para nuestra capacidad de audición.
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