El daño es el inconveniente, dolor o malestar que se padece por parte de una persona, una entidad o algo de índole material.
La idea de daño solo se puede entender dentro de un contexto determinado. Y es posible hablar de tres circunstancias distintas en las que este concepto puede ser entendido. Las tres esferas serían el derecho, la moral y el daño físico o material.
Desde la perspectiva del derecho se establecen criterios de responsabilidad para determinar la relación de una acción con los inconvenientes o daños que pueda causar. El daño puede ser provocado de manera deliberada y con planificación, de forma accidental, por desconocimiento y dentro de todo tipo de circunstancias y motivaciones, lo cual genera una serie de agravantes y atenuantes legales que influyen a la hora de contextualizar el daño ocasionado y son determinantes en una sentencia judicial.
Al margen del derecho, las acciones o las palabras de los demás tienen igualmente repercusiones y, por lo tanto, potencialmente pueden originar daños. Una ofensa, un insulto, un desprecio o una infamia son causas que originan un daño moral en otro individuo. La percepción del daño es subjetiva y depende de la sensibilidad personal de cada uno y, sobre todo, de la relación entre el que ofende y el ofendido.
Desde un punto de vista físico, nuestro organismo sufre daños cuando ocurre un accidente de algún tipo o ante ciertas enfermedades con síntomas dolorosos. De manera análoga, un objeto también puede ser dañado por alguna razón.
En cualquiera de sus sentidos, la noción de daño siempre implica una cierta graduación, pues se manifiesta de manera leve, moderada o intensa. Al ser difícil su medición y evalución, resulta complejo comprender el daño cuando no se tiene una relación directa con él o, dicho con otras palabras, cada persona vive a su manera el sentido y la intensidad del daño.
En nuestra cultura es muy frecuente emplear dos ideas relacionadas con la palabra que aquí analizamos: la evaluación de los daños y los daños colaterales. En el primer caso, se trata de algún criterio válido para cuantificar las consecuencias de una destrucción o inconveniente (las compañías de seguro necesitan este tipo de criterios). Los daños colaterales expresan las consecuencias indirectas de un conflicto, aquello que no se manifiesta a primera vista pero que, sin duda, ha ocasionado un malestar o un deterioro importante.