La violencia intrafamiliar, también denominada doméstica o familiar, puede definirse como aquel tipo de violencia que se desarrolla dentro del núcleo familiar, pudiendo el agresor compartir o haber compartido el mismo domicilio que sus víctimas. Esta violencia comprende entre otros actos el maltrato físico y psicológico, el abuso sexual o la violación.
Diversos autores coinciden en señalar que son tres los factores determinantes a la hora de explicar el porqué del origen de la violencia familiar: la carencia afectiva, la incapacidad para controlar los impulsos y el no ser capaz de afrontar los problemas de forma adecuada. A ellos se sumarían otros factores secundarios como el abuso del alcohol y las drogas.
Las dinámicas de la violencia intrafamiliar
En los casos de violencia intrafamiliar hay una serie de patrones que se repiten de forma constante. Es importante señalar que es inusual que estos hechos acontezcan en los primeros compases de la relación, momento en el cual ambos miembros intentan mantener un comportamiento positivo para con el otro.
La primera fase de la violencia intrafamiliar suele ser aquella durante la cual se va acumulando la tensión que terminará por materializarse en la agresión. Por norma general, el comportamiento agresivo va sufriendo una escalada gradual, primero hacia los objetos y después hacia la pareja, pudiendo manifestarse mediante el abuso verbal o físico.
Ante esta situación la respuesta del miembro agredido suele ser adecuar su comportamiento a lo demandado por el agresor, actitud que no impide que la violencia continúe in crescendo hasta llegar a un episodio agudo de violencia que marca el inicio de la segunda fase de la violencia intrafamiliar.
El abusador descarga toda la tensión acumulada sobre su víctima de forma deliberada y consciente
Como resultado de esta repentina explosión la tensión desaparece completamente, pudiendo dar la sensación de que todo ha pasado.
Debido a esto la tercera y última fase de estas dinámicas se caracteriza por la calma e incluso el arrepentimiento. No es extraño que el abusador tome consciencia de lo que ha hecho y asuma su responsabilidad, lo que puede provocar que la víctima genere la esperanza de que se trataba de un hecho aislado que no se volverá a repetir.
Sin embargo, la mayor parte de ocasiones, esto no es así. Si el maltratador no recibe un tratamiento adecuado el ciclo tiende a iniciarse nuevamente, volviendo a producirse nuevamente en la primera fase después de un tiempo de calma y siendo las agresiones y maltratos cada vez más violentos.