Se denomina violencia escolar a la situación mediante la cual un niño o conjunto de niños obtiene un trato coercitivo por sus pares, maestros, padres o cualquier integrante de la comunidad educativa. Este trato es fundamentalmente dañino, y se funda en el intento de socavar la autoestima del niño en cuestión. La violencia escolar también puede ser dirigida contra bienes de la comunidad educativa en cuestión.
La forma más difundida de violencia escolar es la que se constituye como un acoso u hostigamiento que se centra en el maltrato psicológico, físico o verbal entre los mismos alumnos. Este puede tener un sostenimiento prolongado en el tiempo y extenderse al ámbito virtual, como por ejemplo las denominadas redes sociales. Así, esta forma de agresión se vuelve reiterada con el objetivo de alcanzar la intimidación del afectado. Esto conlleva ineluctablemente una serie de consecuencias en la salud psicológica de la víctima. En el caso de los niños puede manifestarse en el temor a desplazarse hacia el centro educativo.
Es difícil establecer las causas que pueden desatar una situación de violencia escolar. Una opinión fundamentada va dirigida a considerar el ambiente de acosador, en la medida en que este puede a su vez sentirse víctima por alguna circunstancia y anhela conjurar esa situación haciendo víctima a otra persona. El mecanismo que podría funcionar es que en la agresión el hostigador busca crear a una situación de poder en la medida en que se siente impotente por circunstancias vividas. Paradójicamente en estos casos, el victimario es incapaz de experimentar empatía por el agredido.
Estos sucesos de violencia escolar han tomado estado público en la actualidad, quizá como causa del amplificador que implican las redes sociales, que se constituyen como ámbito de debate de las problemáticas que atraviesa la sociedad. Esta puesta en escena ha derivado en reflexiones y propuestas paliativas al problema.
La prevención de esta problemática debe abarcar tanto al círculo íntimo de los niños acosados como de los acosadores. Asimismo debe comprometer a las autoridades educativas para estar atentas a estas situaciones y tomar las medidas pertinentes con rapidez. En la mayoría de las ocasiones, las consecuencias no suelen pasar a mayores, pero existen ocasiones en los que los problemas escalaron hasta hacerse incontenibles. Las lamentables experiencias de jóvenes armados en centros educativos pueden ser un caso extremo y poco replicable, pero en los últimos años parecen tener una reedición preocupante; estos deben verse como la expresión extrema de un problema de fondo que debe atenderse.