Se considera que un texto es descriptivo cuando su principal característica es presentar el aspecto de alguien o algo (una personaje literario o real, un paisaje urbano o un objeto cotidiano).
Estamos familiarizados con textos de todo tipo, pero en todos ellos se describe algo con algún propósito: informar, entretener o persuadir. No es posible hablar de un texto puramente descriptivo, argumentativo o narrativo, ya que normalmente hay una combinación de estas tres dimensiones. Sin embargo, cada texto suele tener el predominio de una de los tres rasgos (en la ficha técnica de un electrodoméstico lo esencial es la parte descriptiva, en la exposición científica lo relevante es la cuestión argumentativa y en un relato literario lo más destacable es el componente narrativo).
Describir algo es mostrar los elementos que lo conforman a través de las palabras. Así, con el lenguaje podemos contar cómo es una cosa o una persona y para ello hacemos referencia a elementos diversos: color, peso, tamaño o cualquier otra característica. Esto no significa que aquello que se describe sea objetivo, pues las emociones o los sentimientos son perfectamente descriptibles. Lo relevante en una descripción es dar a conocer algo desde un punto de vista determinado.
No se puede hablar de una forma única de descripción. Algunos textos hacen hincapié en los aspectos subjetivos (por ejemplo, cuando se describe el estado anímico de alguien). Hay textos en los que lo fundamental se distingue de lo accidental (por ejemplo, la sinopsis de una novela pone de relieve los elementos sustanciales de una trama). Ciertos textos explican una realidad a partir de un orden determinado (por ejemplo, la explicación cronológica de unos acontecimientos históricos).
Algunas peculiaridades de los textos descriptivos
Si una persona tiene interés en comprar un vehículo, es muy posible que consulte un texto descriptivo sobre el mismo. Se trataría de una descripción técnica en la cual se especifican datos específicos que son relevantes.
En la narración literaria la descripción de algo debe ir acompañada de una dimensión estética (lo importante es lo que se dice pero sobre todo cómo se dice). Por este motivo, una descripción adquiere valor literario si tiene elementos propios de la creación literaria (recursos estilísticos, comparaciones o una sugerente adjetivación).
El papel del observador en la descripción es fundamental. No es lo mismo describir algo en primera persona (por ejemplo, unas vivencias de la infancia) o hacerlo en tercera persona (en este caso el narrador se distancia de los acontecimientos de un relato).