La petulancia es la altanería que un individuo puede tener. La misma también puede referirse como arrogancia o pago de sí mismo. Es un tipo de actitud sumamente molesta, en la medida en que busca llamar la atención ajena y a la vez constituye un destrato para terceros. Desde esta perspectiva es totalmente correcto que constituye un vicio o defecto de carácter que puede minar enormemente las relaciones con los demás. El petulante tiende a agrandar sus hazañas y evita hacer referencia a sus problemas, a sus defectos y a sus fallas. Puede ser comprensible en edades tempranas de la vida, pero sumamente criticable cuando ya se está en una edad madura.
La petulancia debe entenderse en íntima relación con la soberbia. Esta falta moral es enormemente señalada pero pocas veces se reflexiona acerca de su naturaleza. Una definición clásica remite a que la soberbia es el amor desordenado a sí mismo. Esto significa que se dará más importancia a los propios anhelos, a la propia condición que a la ajena. Dada esta actitud, es entendible que se considere a la soberbia la raíz de los demás vicios, de los demás defectos. En efecto, el soberbio se ve a sí mismo como ideal, sin que existan posibles fallas, circunstancia por la cual se verá reacio a intentar cambiar algún tipo de falla; solo puede mejorarse lo que se asume como imperfecto.
En la petulancia se expresa esta soberbia tanto en la oralidad como en el comportamiento para con otros. Así, se referirán las acciones propias como grandes hechos, como dignas de ser replicadas por los demás. El petulante descalificará, por el contrario, cualquier observación ajena por el solo hecho de que proviene de otra persona, sin que por ello se considere si la observación es positiva y si puede agregar valor. Todo este tipo de comportamiento se ve reflejado en un intento por ser el centro de la atención en todo momento.
Dado lo expuesto, es fácil observar que la petulancia es un defecto que perjudica enormemente tanto al que la manifiesta como a aquel que la presencia. Una forma de atacar el problema es confrontar con la persona que tiene este tipo de actitudes para que tome conciencia de su situación; en caso de que la misma se niegue a entrar en razón (cosa harto posible) bastará con ignorarla, pocas cosas hacen reflexionar más a una persona de estas características, necesitadas del reconocimiento ajeno, que negárselo.