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Definición de la Caza de Brujas; historia, y juicios

Mercedes Roch
Lic. en Historia

Definición

La caza de brujas tuvo lugar entre los siglos XV y XVII en Europa y, por extensión, en las colonias americanas. Mediante dicho fenómeno se acusó a miles de personas de practicar la brujería con intermediación del diablo y, tras confesión del crimen bajo tortura, se las condenó a muerte, provocando así el mayor asesinato de la historia en base a un delito imaginario.

Si bien no se puede establecer a ciencia cierta cual fue el número de víctimas, se estima que se cometieron alrededor de 70.000 asesinatos. El 75% de los mismos fue perpetrado sobre mujeres, principalmente mayores de edad, viudas o solteras, y provenientes de los sectores populares.

Historia de la caza de brujas

A principios del siglo XV, en un contexto inquisitorial, se generalizó en la Europa católica la idea de que era necesario combatir a la brujería como enemiga de la cristiandad. Si bien la hechicería tradicional ya existía desde hacía tiempo, la crisis del siglo XIV y el Cisma de Occidente modificaron la concepción que el cristianismo tenía del diablo, el cual dejó de ser una entidad que operaba sobre las personas por medio de la tentación, para ser un demonio que intervenía directamente sobre la materialidad. En este contexto, se entendió que las brujas y los brujos eran intervenidos por el diablo, por lo que era preciso extirparlos para proteger al cristianismo y evitar el triunfo de Satanás.

Así fue que se estableció que las brujas y los brujos pactaban la adoración al diablo a cambio de recibir poderes sobrenaturales como la capacidad de volar, de dictar maleficios o de transformarse en animales (principalmente gatos o lobos). De esta forma, los adoradores del diablo se reunían en celebraciones nocturnas llamadas “aquelarres” en las cuales supuestamente se vivían escenas de canibalismo infantil, promiscuidad sexual y otro tipo de rituales, como el osculum infame. La ceremonia era liderada por Satanás que normalmente estaba encarnado en la figura del macho cabrío.

La persecución a la brujería generó una gran cantidad de bibliografía específica compuesta por manuales de inquisidores y tratados de demonología. Por ejemplo, el Malleus Maleficarum (1487), escrito por los monjes Heinrich Kramer y Jacob Sprenger. Literalmente traducido como “Martillo de las brujas”, este libro describía los rituales de brujería y aseguraba que la brujería atacaba más a las mujeres ya que la superstición y la malignidad eran características propias del género femenino. Posteriormente, fue muy importante la publicación del libro De Demonomanie des Sorciers de Jean Bodin en 1580, ya que estableció cuáles eran los crímenes cometidos por las brujas y los brujos (como consagrar a los niños a Satanás, cometer incesto o comer carne humana, entre otros) y fundamentalmente se concedió que la confesión de esos delitos, incluso bajo tortura, debía ser penada con la muerte.

Es de destacar que, si bien en un principio los crímenes de brujería eran juzgados por los tribunales de la Inquisición, a partir del siglo XVI, producto de la histeria generalizada en contra de la brujería, los mismos pasaron a ser juzgados por tribunales civiles. Para el siglo XVII, la Inquisición moderna prohibió y condenó la persecución a la brujería, luego de que se hubieran asesinado a miles de supuestas brujas.

Procesos judiciales

El proceso judicial de condena a las brujas era bastante particular, ya que no se podía demostrar con pruebas que el delito hubiera sido cometido. De hecho, en ningún acta figura el haber atrapado a un brujo o bruja en el aquelarre, a la vez que nunca se vio a ninguno de ellos volar o transformarse. De esta forma, los acusados llegaban a los tribunales producto de delaciones. Instaurando una histeria colectiva respecto de la brujería, se solicitaba a la población que delataran a las personas sospechosas de brujería justificándolo con el hecho de que se trataba de una actividad clandestina y, por lo tanto, era difícil de rastrear. En este sentido, cualquier actitud que no estuviera dentro de los parámetros tradicionales de la sociedad, bastaba para convertir a una persona en sospechosa.

Una vez que la persona era delatada, era juzgada por los tribunales en un proceso que podía durar entre unos pocos días o varios meses. En principio, los acusados permanecían en prisión hasta el momento del interrogatorio. Luego, se buscaba que los acusados confesaran sin la tortura pero claramente nadie lo hacía porque se trataba de un delito imaginario. Por lo tanto, se acudía a la tortura hasta obtener la confesión. Es de destacar que, debido a que se consideraba que la brujería era un delito excepcional, no se respetaba la legislación sobre tortura de aquel momento, la cual establecía que la misma no debía durar más de una hora ni debía practicarse en más de tres ocasiones. En algunos tribunales también se aplicaron las llamadas “pruebas de brujas”. Una de ellas, por ejemplo, consistía en introducir al acusado atado en un pozo con agua: si flotaba era brujo, sino era inocente. Desde ya que muchos de los acusados morían ahogados en el proceso de la prueba.

Finalmente, luego de largas sesiones de tortura, la mayoría de las personas confesaban haber cometido los crímenes de los cuales se les acusaba. En ese momento, se los volvía a torturar para que delataran a sus supuestos compañeros de aquelarre. Posteriormente la persona era condenada a muerte, principalmente en la hoguera (ya que se creía que este método propiciaba un castigo espiritual además de físico), aunque también mediante la decapitación o el ahorcamiento.


Referencias bibliográficas

Federici, S. (2010). “Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Traficantes de sueños”, Madrid: Traficantes de sueños.

Levack, B. P. (1995), “La caza de brujas en la Europa Moderna”, Madrid: Alianza Editorial.

Autora

Escrito por Mercedes Roch para la Edición #117 de Enciclopedia Asigna, en 10/2022. Mercedes es Profesora y Licenciada en Historia, egresada de la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Maestranda en Estudios Culturales Latinoamericanos. Autora de Primeras (Editorial Malisia).