- ¡Son gemelos! El forzoso nacimiento. Regalos.
- La Pitón
- La venganza del dios del amor. Una pareja imposible.
- Diversos amoríos.
- Apolo y Marsias
Hijo de Zeus y una de sus amantes, la divinidad Leto, descendiente de titanes.
Esta divinidad se quedó embarazada del rey de los dioses y, no sin esfuerzo, dio a luz a gemelos en la isla Delos: Apolo y Artemisa, dos preciosos retoños. Ambos de piel pálida, pero la niña de cabello oscuro y Apolo rubio, tan dorado como el sol.
El parto fue dificultoso, Leto estuvo sola durante todo el proceso. Primero nació Artemisa, y la niña, tan sólo con unos minutos de vida, se puso de pie para ayudar a su madre con el otro bebé que venía en camino, así nació Apolo.
Para compensar su ausencia durante el nacimiento, Zeus les regaló valiosos objetos a sus hijos, a Apolo le regaló un carro mágico, tirado por preciosos cisnes. También otros dioses le ofrecieron regalos, por ejemplo Hefesto, dios del fuego y la forja, entregó a Apolo unas flechas que él mismo había fabricado.
Como su hermana Artemisa, Apolo se convirtió en un dios autodidacta e independiente en seguida, y para pesar de Leto no tardó en marcharse en busca de aventuras y su prolífico destino como dios.
La primera gran hazaña de Apolo fue matar a la serpiente Pitón. Este mito nos lo cuenta Ovidio en sus Metamorfosis.
Pitón no era una serpiente cualquiera, se trataba de un monstruo gigantesco, que había nacido de Gea (la madre tierra) y el barro resultante que se había al caer el gran diluvio. Esta vivía solitaria en una gruta, no muy lejos de la ciudad de Delfos, famosa por su Oráculo, que Pitón custodiaba.
Apolo quiso el Oráculo para sí, pues era muy poderoso, ya que aunque las respuestas que daban eran siempre ambiguas, eran capaces de predecir el futuro.
El dios mató a Pitón a flechazos y se proclamó el líder del Oráculo.
Apolo resultaba a veces engreído, y en una ocasión cometió el error de burlarse del dios Eros (o Cupido en romano). Opinaba que el dios del amor tenía sus flechas como un niño tiene un juguete y que estas no servían de nada.
Eros, harto de aguantar las constantes risas de Apolo decidió vengarse. Sin mediar palabra, sacó de su carcaj una de sus flechas doradas y disparó al dios sol.
Poco después, seleccionó otra flecha (esta vez plateada) y disparó a la joven Dafne, una ninfa hija del dios río Peneo.
Con una misteriosa sonrisa, Eros se retiró. La venganza ya estaba en marcha.
¿Y qué había hecho Eros? Al disparar a Apolo con la flecha dorada, el dios se enamoraría perdidamente de Dafne. Pero al clavarle a esta la plateada, la ninfa no sentiría otra cosa que rechazo ante el dios.
¡Qué crueldad la del dios del amor! Apolo no podía pensar en otra cosa que no fuera Dafne, se pasaba todo el día persiguiéndola por el bosque, mientras la joven ninfa, desesperada, corría todo lo deprisa que podía, huyendo del dios.
Llegó un momento en el que Dafne, agotada, se arrodilló delante del río y suplicó piedad a su padre, que la ayudara de alguna forma para librarse de Apolo, no soportaba más aquella tortura. Su padre atendió las plegarias de su hija, y mientras Dafne, que ya había retomado su huída correteando por el bosque, comenzó a notar un cambio en su cuerpo.
Los pies se le clavaron al suelo, comenzaron a brotar raíces de ellos. Una dura corteza recubrió su cuerpo. De sus cabellos brotaron hojas y sus brazos se convirtieron en ramas. Dafne se había convertido en un árbol de laurel.
Apolo, que persiguiéndola lo había visto todo, lloró desconsolado por la pérdida de la amada que nunca había tenido, se abrazó al tronco y después cogió algunas de las hojas del laurel y las trenzó entre sí, formando una corona. Así jamás olvidaría a su querida Dafne.
La corona de laurel quedó después como un símbolo de victoria.
Tras el fracaso con Dafne, Apolo jamás se casó, pero tuvo muchas amantes y varios hijos, como Asclepios (semidiós de la medicina), Ión o Filamón.
Tuvo también relaciones homosexuales, como por ejemplo con el mortal Jacinto, uno de los mortales más bellos que existían, pero que acabó muriendo trágicamente cuando Apolo y él jugaban al disco y el dios lo lanzó con demasiada fuerza, acertando en la cabeza del joven.
Apolo también se caracterizaba por tener un carácter extremadamente vengativo, demasiado incluso para los dioses. Uno de sus conflictos más famosos fue con Marsias, un sátiro (mitad hombre, mitad cabra).
Marsias era un prodigio con la flauta, instrumento que encontró gracias a Atenea, pues la diosa quiso probar a tocarla pero cuando vio su reflejo en el agua y cómo su cara se deformaba al soplar se horrorizó y la lanzó al río.
Marsias la encontró y aprendió a tocarla. Llegó a tal su fama que creció su ego, y él mismo afirmaba que era capaz de tocar mejor que el mismísimo dios de la música.
Como podéis imaginar, a Apolo este comentario no le hizo ninguna gracia, y quiso competir con el sátiro, a ver si su talento era tal.
En el concurso, Apolo tocaría su lira, y Marsias su flauta. El jurado estaría formado por las nueve musas. Ambos tocaron tan bellas melodías que la cosa estaba muy igualada.
Apolo sugirió que volvieran a tocar otra pieza, pero esta vez la acompañarían con sus voces. El dios, al tocar la lira, podía cantar a la vez. Marsias en cambio, al tocar la flauta, no podía cantar. Las musas declararon a Apolo el ganador y este se vengó cruelmente de la osadía del sátiro, desollándolo vivo.