El tejido sanguíneo es un sistema formado por células especializadas y por una matriz extracelular. En el caso de la sangre, la matriz extracelular es líquida (el plasma sanguíneo), y las células que la componen fluyen con esta matriz a través de las arterias, capilares y venas del organismo. Estas células son los glóbulos rojos, los glóbulos blancos y las plaquetas. A partir de esta interacción dinámica de elementos se lo categoriza como un tejido conjuntivo.
Funciones de la sangre
La función de la sangre consiste en transportar, a través del sistema circulatorio del organismo, todas las sustancias que las células necesitan para vivir. Así, transporta oxígeno desde el sistema respiratorio y nutrientes desde el sistema digestivo hacia todas las células del cuerpo. A su vez, transporta las sustancias de desecho y el dióxido de carbono que las células liberan luego de realizar sus procesos metabólicos hacia los órganos del sistema excretor y respiratorio, para que sean eliminadas del organismo.
La sangre es también, junto con la linfa del sistema linfático, el medio por el cual se transportan las células del sistema inmunológico (los glóbulos blancos o leucocitos), y otras sustancias relacionadas con la inmunidad y la regulación de las funciones internas del organismo (como las hormonas y otros señalizadores moleculares del sistema nervioso y endocrino).
Otra función de la sangre se relaciona con el mantenimiento de la temperatura, ya que cuando necesitamos reducirla, la sangre puede concentrarse en la superficie corporal y liberar el exceso de calor.
Plasma
El plasma es la matriz extracelular del tejido sanguíneo, y como mencionamos antes, se caracteriza por tener consistencia líquida. Representa aproximadamente el 55% del volumen total de la sangre.
El 90% del plasma es agua, por lo tanto, las moléculas polares serán solubles en el mismo. Las sales presentes en el plasma hacen que funcione como un sistema buffer que mantiene el pH de la sangre constante (esto es muy importante para el mantenimiento de la salud del individuo).
El plasma transporta la mayor parte de las moléculas desde y hacia todas las células de nuestro organismo (nutrientes, sustancias de desecho, señalizadores moleculares, etc.), con excepción de algunas como el oxígeno y el dióxido de carbono que son transportados dentro de los glóbulos rojos unidos a la proteína hemoglobina.
La presencia de algunas proteínas específicas es característico del plasma. Estas proteínas se llaman proteínas plasmáticas, y entre ellas podemos mencionar:
– Albúmina: Es la proteína que se encuentra en mayor proporción en la sangre y tiene como función el transporte de sustancias que son insolubles en agua (como el colesterol, lípidos y algunas hormonas no polares). También es importante para mantener el equilibrio hídrico y el potencial osmótico de la sangre, logrando el balance en la cantidad de líquido entre la sangre y los tejidos.
– Fibrinógeno: Un participante importante del proceso de coagulación de la sangre.
– Globulinas: Son un grupo de proteínas con múltiples funciones en el organismo. Entre ellas, se destacan, por ejemplo, las inmunoglobulinas, más conocidas como anticuerpos, que cumplen un rol central en la respuesta inmunológica.
Las concentraciones de proteínas séricas suelen incluirse en ciertos análisis de sangre, ya que su alteración puede ser indicio de desajustes del organismo.
Células del tejido sanguíneo
Las células que componen el tejido sanguíneo representan aproximadamente el 45% del volumen total de sangre y son principalmente tres:
– Los glóbulos rojos: También conocidos como eritrocitos, no tienen núcleo ni mitocondrias, ya que pierden estas organelas durante su proceso de maduración. Tienen una morfología característica, como discos bicóncavos, y son muy flexibles, lo cual permite su pasaje por los pequeños capilares sanguíneos. Están llenos de hemoglobina, la proteína encargada de transportar el oxígeno y el dióxido de carbono desde y hacia todas las células del organismo (esta es la principal función de los eritrocitos). Son las células más abundantes en el tejido sanguíneo (alrededor del 99%), y son quienes dan a la sangre su color rojo característico, ya que la hemoglobina es un pigmento que tiene este color.
– Los glóbulos blancos: También conocidos como leucocitos, son un grupo variado de células encargadas de detectar y erradicar del organismo a los virus, bacterias, y todas aquellas células o sustancias que le sean extraños. Es decir, son los encargados de llevar a cabo la función inmunológica. Entre los leucocitos podemos encontrar a los neutrófilos, eosinófilos, basófilos, monocitos y linfocitos, entre otras. A diferencia de los eritrocitos, los leucocitos pueden salir de los vasos sanguíneos hacia los tejidos circundantes para cumplir sus funciones en diferentes partes del cuerpo.
– Las plaquetas: También conocidas como trombocitos, son pequeños fragmentos celulares que no tienen núcleo, pero sí mitocondrias. Son las encargadas de activar la coagulación cuando se produce una rotura de un vaso sanguíneo, evitando así que se pierda demasiada sangre gracias al coágulo que forman. Sin ellas moriríamos por una hemorragia con un simple corte.
Importancia del tejido sanguíneo
De acuerdo a lo que vimos en los apartados anteriores, el tejido sanguíneo permite el mantenimiento de la homeostasis (estado de equilibrio) del organismo, y también es el medio mediante el cual muchos sistemas de órganos que lo conforman pueden interactuar entre sí.
Esta relación entre sistemas, órganos, tejidos y células distantes es lo que permite la vida de los organismos pluricelulares como nosotros y todos los demás vertebrados de la naturaleza (los invertebrados tienen otra sustancia similar a la sangre que cumple la misma función llamada hemolinfa).
Referencias bibliográficas
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