Una placa tectónica es un fragmento de corteza terrestre que se desplaza sobre un océano de magma. Existen diversas placas, cada una de las cuales ejerce una fuerza en una determinada dirección, haciendo que a partir de los choques de las mismas se generen distintos sistemas montañosos, como la Cordillera de los Andes o el Himalaya. Las placas tectónicas configuran así uno de los principales elementos que debe tenerse en cuenta para comprender la sismicidad de una zona determinada. También es a partir de las mismas que debe entenderse la existencia de los diversos continentes, que hace millones estaban unidos en una sola unidad.
Las placas tectónicas se dividen en placas oceánicas y placas continentales. Como su nombre lo indica, las primeras aluden a aquellas placas que forman el lecho marino, mientras que las placas continentales dan cuenta de las placas que forman los continentes. Existen diferencias de relevancia en ambas categorías, circunstancia que hace que al chocar dos de estas placas una de las mismas se hunda y la otra ascienda; en ese ascenso es que se forman las montañas y en el descenso se agrega material nuevo para formar parte del magma. Este fenómeno también da a lugar a la generación de volcanes.
Este fenómeno descrito tiene como contrapartida otro que se desarrolla en los lechos oceánicos. En efecto, allí existen fracturas que hacen que el magma brote y se solidifique, generando en el proceso más placa oceánica. De esta manera se ejerce una presión sobre las placas que hace que se muevan generando un choque en otro extremo, choque del que ya hemos hablado. Una circunstancia que prueba esta situación es el hecho de que es posible encontrar dorsales oceánicas en donde se llevan a cabo estos fenómenos, dorsales que equivaldrían a una suerte de cordillera debajo del mar, aglutinamiento de material formado por el surgimiento del magma.
Hasta ahora, solo el planeta tierra parece mostrar esta dinámica en su superficie. No obstante, algunas observaciones de otros planetas hacen suponer que este proceso pudo haber existido en el pasado. En nuestro caso, el fenómeno da en buena medida cuenta de la forma en que se generan los diversos relieves que componen el paisaje al que estamos acostumbrados. Las placas existentes constituyen un número bastante relevante, pero las más grandes de ellas se limitan a una quincena. Quizá el futuro depare nuevas valoraciones en lo que respecta a las mismas, nuevas teorías más descriptivas.