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Historia/mito de Minotauro

Laura Cabrera Guerrero
Historia del Arte
El Minotauro, nombre que literalmente expresa “el toro de Minos”, era una criatura única en su especie, un terrible monstruo híbrido, mitad toro y mitad hombre. Vivía encerrado en un laberinto y se alimentaba de jóvenes humanos, a los que devoraba vivos. Para conocer el origen del nacimiento de este abominable ser debemos remontarnos a la historia de un rey y una reina que gobernaron la famosa ciudad de Creta: Minos y Pasífae.

El toro de Creta

Todo empezó a causa de un dios, y no un dios cualquiera, sino el mismísimo Poseidón (o Neptuno en romano), el dios del mar y los océanos. Sabía que Minos no era más que un rey, incomparable a una divinidad como él, que gozaba de un poder infinitamente superior, además de la inmortalidad. Sin embargo, Poseidón era de los pocos dioses olímpicos al que Minos no resultaba de su agrado, incluso estaba celoso, por muy ridículo que esto pudiera parecer.

El rey, conociendo la inquina del dios hacia él, trató de mejorar las relaciones entre ambos, le dijo a Poseidón que sacrificaría cualquier ser vivo en su honor, el primero que sacara del mar. Este aceptó el trato, e hizo emerger de las aguas, su elemento, a un hermoso toro.

Minos quedó tan fascinado con este animal, que se sintió incapaz de sacrificarlo, por mucho que supusiera la paz con una divinidad de tal calibre como era Poseidón. El rey no cumplió su palabra y llevó al toro a su palacio, junto al resto de animales que lo habitaban.

Poseidón, que de ingenuo no tenía nada, cuando se dio cuenta de la osadía de Minos, enfureció más que nunca, y como venganza hizo que la reina Pasífae se enamorara hasta la médula del toro que él mismo había creado con su magia.

Ella, completamente enloquecida por el toro, ordenó a Dédalo (el arquitecto de la corte y el más famoso de la Antigüedad Clásica), que le fabricara una vaca hueca de madera. Dédalo, como es lógico, estaba escandalizado por semejante encargo, pero no podía negarle nada a su señora.

Pasífae mantuvo relaciones con el toro, y de esa extraña pareja nació un monstruo, un híbrido como era el minotauro, con la parte superior del cuerpo de toro y la inferior de humano.

Ansia de carne humana

Cuando nació el minotauro, no tardaron en darse cuenta que no había ningún tipo de raciocinio en él. Era una bestia salvaje que sólo rugía y trataba de alimentarse, desesperado.

El rey Minos estaba horrorizado y asqueado de la situación, lo único que le impedía acabar con el Minotauro era el cariño que sentía hacia él Pasífae, pues pese a todo, era su hijo. Eso y el temor de enfadar más a Poseidón.

Cuando el Minotauro fue creciendo, y haciéndose más fuerte, su apetito también aumentaba, tenía siempre un hambre voraz, y lo que es peor: ya no le valía comer animales, sólo quería carne humana.

La construcción del laberinto y una terrible tradición

La situación era cada vez más insostenible, por lo que Minos decidió actuar. Tal vez no pudiera matar al Minotauro, pero lo encerraría, intentaría mantenerlo cautivo y lo más controlado posible.

Pidió también a Dédalo que construyera un gigantesco laberinto, tan complejo que el monstruo, siendo más bien bruto y no inteligente, no pudiera encontrar jamás la salida.

Sólo Dédalo podía construir algo así, y en efecto lo logró. Encerraron allí a la bestia con éxito. A pesar de todo, el problema de la comida se agravó, cada vez quería más en menos tiempo.

La solución vino de manera indirecta con la muerte de Androgeo, que era uno de los hijos de Minos y Pasífae, cruelmente asesinado en Atenas tras ganar una competición. El rey Minos buscó venganza y exigió un pago a los atenienses por su terrible pérdida: cada año, la ciudad de Atenas enviaría a catorce tributos, siete muchachos y siete doncellas que entrarían en el laberinto y perecerían ante el Minotauro.

Aquellos pobres jóvenes atenienses podían vagar durante días o incluso semanas en el laberinto, mal alimentados y desorientados, hasta que el Minotauro los encontrara y devorara.

Teseo entra en escena. El hilo conductor

Uno de aquellos años, entre los siete muchachos escogidos al azar, se encontraba Teseo. Cuando él y el resto de atenienses llegaron a Creta, la ciudad que supondría su fin, Teseo vio brevemente a Ariadna, otra de las hijas de los reyes cretenses. La princesa se enamoró del muchacho, que era verdaderamente apuesto.

La misma noche que llegaron, Ariadna se presentó ante Teseo y le ofreció la posibilidad de ayudarlo a salir del laberinto con vida. A cambio, pidió a Teseo que la llevara con él cuando regresara a Atenas y se casaran. Teseo aceptó estas condiciones y Ariadna le entregó una espada y un gran ovillo de lana, para guiarse por el inmenso laberinto.

El joven dio innumerables vueltas por aquel endemoniado lugar hasta que al fin se encontró cara a cara con el Minotauro: una criatura horrible, con el torso de un toro monstruoso, los ojos rojizos encendidos y restos de sangre en el hocico, sangre de alguno de sus pobres compañeros, que no había tenido tanta suerte. Decidido, Teseo empuñó la espada que le había entregado la princesa y luchó contra el monstruo.

La batalla fue dura, el Minotauro tenía mucha más fuerza que el joven, aunque contaba con otras desventajas. Se movía torpemente, y era mucho más grande que el muchacho, esto significaba un blanco mayor para insertar la espada. Teseo se movía ágilmente, escurridizo para el monstruo, y al final logró darle varios golpes de espada al Minotauro. El último fue decisivo, lo hirió de muerte, y Teseo logró escapar con el hilo de Ariadna.

Y este fue el desenlace del Minotauro, la bestia murió desangrada en el gran laberinto que habitó durante prácticamente toda su vida, asesinando sin piedad.


Autora

Escrito por Laura Cabrera Guerrero para la Edición #133 de Enciclopedia Asigna, en 02/2024. Laura es estudiante avanzada en la carrera de Historia del Arte en la Universidad de Barcelona. Aficionada a leer y escribir sobre la historia, el arte, la mitología, la música y la literatura.