La independencia mexicana fue un proceso que congregó a muchísimos mexicanos que por aquellos tiempos, principios del siglo XIX, sentían un profundo amor por su patria y al mismo tiempo consideraban que la dominación española cercenaba muchos de los derechos civiles y políticos de quienes habían nacido en territorio mexicano.
En tanto, Mariano Abasolo fue uno de esos hombres que a pesar de saber que su vida correría serio peligro por ello, peleó por la independencia de su patria hasta su último aliento de vida.
José Mariano de Abasolo nació en una de las regiones que más vinculadas al movimiento insurgente, Dolores Hidalgo, municipio de Guanajuato, en el año 1783.
Desde que a principios del siglo XIX comenzaron a expandirse los ideales independentistas, Abasolo, estuvo de su lado.
En aquellos tiempos iniciáticos se desempeñaba como capitán del Regimiento de Dragones de la Reina y de inmediato tomó contacto con aquellos hombres que en Valladolid habían convocado una conspiración símil a la propuesta en Querétaro.
Las autoridades virreinales no tardaron en descubrir la conspiración y muchos de los implicados resultaron detenidos, aunque, Abasolo, pudo sortear la prisión pero no por ello claudicó en sus planes y entonces se sumó a la conspiración de Querétaro.
Cabe destacarse que desde el comienzo de su actividad insurgente, Abasolo, estuvo estrechamente asociado a Ignacio Allende, otro patriota que luchaba en este sentido.
En tanto, la acomodada posición económica que ostentaba Abasolo le permitieron realizar notables aportes económicos a la causa.
Cuando en 1810, el cura Hidalgo y Costilla lanza formalmente la guerra de la independencia, Abasolo, tuvo a su cargo la dirección de una tropa que se apoderaría de armamento y luego lo repartiría.
Tras ese hecho, Abasolo, participará activamente en las diversas tomas de ciudades y será designado como capitán primero y luego como mariscal de campo.
En los difíciles combates de Aculco y de Puente de Calderón, Abasolo, también daría el presente, aunque en este último las cosas se complicaron y junto al resto de los líderes debieron huir hacia Estados Unidos para pedir ayuda a su causa.
Jamás llegarían a destino porque en la población designada como Acatita de Baján serían capturados y tras ello sentenciados a ser ejecutados.
La situación judicial de Abasolo fue la única que cambió gracias a los contactos de la familia de su esposa con las autoridades políticas del virreinato y entonces, Abasolo, fue enviado a España, a Cádiz, más precisamente, al Castillo de Santa Catalina, en donde finalmente fallecería el 14 de abril del año 1816.