Se denomina juzgar al acto mediante el cual se realiza una valoración de hechos y circunstancias a efectos de tomar una decisión con respecto a algo. El término es utilizado especialmente en derecho, cuando una o varias personas especialmente dispuestas a ello evalúan una serie de hechos con respecto a una persona, ya sea individual o jurídica, y llegan a una conclusión que devendrá en un fallo que deberá ejecutarse obligatoriamente. La noción de juzgar se aplica también al ámbito de la razón, en donde un juicio es una valoración de circunstancias, una comprensión determinada de la realidad que tendrá sus consecuencias en el comportamiento.
En el caso de que se hable del proceso judicial, el acto de juzgar debe respetar una serie de pautas perfectamente establecidas de antemano. Así, no se admite cualquier tipo de comportamiento en este, situación que en muchas ocasiones podría tener consecuencias indeseables. En efecto, las distintas partes que componen un juicio están regidas por el denominado derecho procesal, que garantiza que éste también se atiene a la justicia. En casos criminales, por ejemplo, se necesita que los acusados de los delitos tengan un defensor con capacidad de conocer los pormenores de la ley, como asimismo de una persona que se dedique a demostrar que la ley se violó en determinadas ocasiones. En el primer caso, se hace alusión al denominado abogado defensor, mientras que en el segundo al fiscal. Mientras el fiscal se comprometa a ir presentando las pruebas que indican como y cuando se cometieron los delitos, como asimismo presente una teoría que relacione los hechos, el abogado defensor se dedicará a intentar invalidad las pruebas de distintas formas. Durante este proceso, los acusados siguen gozando de la consideración de inocencia, que solo se alterará cuando el juez dicte un fallo negativo.
Es interesante notar como este tipo de procedimiento descrito se aplica no solo a ámbitos seculares, sino también en el contexto de la Iglesia católica. En efecto, en el caso de la elevación de santos, se elabora el mismo proceso, en donde una parte se encarga de presentar elementos para probar que una persona ha vivido en santidad, mientras que otra se encarga de derribar estas pruebas (el abogado del diablo). En este caso, si bien el proceso guarda las mismas partes, no se intenta demostrar la violación de la ley por parte de una persona, sino si esta tuvo una vida ejemplar que debe ser digna de ser imitada por el resto de los fieles.