Como ya hemos señalado con otros textos referidos a conceptos políticos, el siglo XIX ha visto el surgimiento de novedosas ideologías que perduran fuertemente hasta el día de hoy. Una de ellas, tal vez no tan conocida como otras, es la del internacionalismo. Tal como lo señala su nombre esta ideología supone la defensa de los sectores trabajadores y desclasados en todo el mundo, independientemente de la región en la que se viva, porque supone que las necesidades y las características son las mismas. En este sentido, el internacionalismo supuso en el siglo XIX, especialmente a partir de los escritos de Marx y Engels una oposición al nacionalismo que supone una unión que pasa, no por coincidencias de clase, sino por el hecho de ser parte de una misma comunidad.
La ideología que sirvió de base a la izquierda.
Mientras el nacionalismo planteó la necesidad de unir a los ciudadanos de una comunidad en base al concepto de origen, al de procedencia y al de pertenencia, el internacionalismo hace lo contrario. Establece que es más probable que un trabajador alemán tenga mucha más relación con un trabajador americano o con uno español que con las oligarquías de su propio país.
Esta idea sirvió como base a todas las posturas de izquierda que plantean la unión de todos los trabajadores del mundo sin que pese o sin que importe el lugar de nacimiento. El verdadero enemigo no es el que habita otro país sino el que, siendo parte de la comunidad, actúa en beneficio personal y genera desigualdad.
Los mandatos del ser internacional.
Muy por el contrario de lo que plantea el fenómeno de la globalización, que conlleva en gran medida una pérdida de la identidad y de los propios valores culturales, el internacionalismo busca estimular que los trabajadores y los sectores populares de todo el mundo sean altamente conscientes y comprendan sus derechos así como la necesidad de participar en la realidad para transformarla.
De acuerdo a quienes postulan esta teoría, todo símbolo nacional, desde una bandera hasta el canto de un himno deben ser anulados porque representan la imposición de una patria creada por las oligarquías, elemento que haría perdurar la dominación. En su lugar proponen el uso de banderas rojas y comunistas, creadas por los trabajadores y representativas en todas partes del mundo.