La idea de inteligencia se ha asociado tradicionalmente con toda una serie de habilidades cognitivas, como la memoria, la atención o la comprensión. Sin embargo, en los últimos años se ha desarrollado un nuevo paradigma sobre la inteligencia humana. Dicho paradigma es conocido con el nombre de inteligencia emocional.
Una correcta gestión de las emociones nos ayuda a ser más felices
Las emociones que tenemos surgen de manera espontánea y no se pueden evitar. Nuestras emociones se proyectan sobre nuestros actos y sobre los demás. Esto no quiere decir que no podamos controlarlas de una u otra manera. En este sentido, es factible un autodominio emocional eficaz. Así, un enfado se puede reconducir en energía positiva y un sentimiento de rabia se puede transformar en algún tipo de motivación.
Las técnicas de mindfulness, la introspección o la meditación inspirada en la filosofía oriental son algunas de las estrategias empleadas en el terreno de la inteligencia emocional. Aprender a mantener la calma y el manejo del estrés son igualmente estrategias para canalizar las emociones de manera inteligente.
El psicólogo Daniel Goleman y el neuropsicólogo Richard Davidson son considerados los pioneros de la inteligencia emocional. Estos y otros expertos sostienen que las habilidades emocionales y las cognitivas no deben separarse, pues ambas se encuentran en la misma área del cerebro.
En la escuela se debería fomentar la inteligencia emocional
Los resultados académicos son determinantes para el futuro de los alumnos. En la misma medida, un correcto dominio de las emociones resulta de vital importancia. Si el niño aprende cómo manejar sus emociones se convertirá en un adulto más feliz.
Las emociones negativas como el odio, la ira o la frustración tienen un potencial dañino y para que esto no suceda los expertos proponen que en las escuelas se aprendan una serie de habilidades orientadas a reconducirlas adecuadamente. La finalidad de este aprendizaje es evidente: superar las emociones negativas y regresar a un estado inicial de equilibrio. Las emociones nocivas interfieren de manera significativa en el proceso de aprendizaje.
La educación en el ámbito escolar tiene o debería tener un objetivo: crear personas preparadas para afrontar todo tipo de retos. Las destrezas técnicas y los conocimientos teóricos son evidentemente útiles, pero también es necesario fomentar la felicidad personal y el equilibrio interior.
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