La mente humana tiene varias facultades: el entendimiento para comprender, la imaginación para proyectar ideas o la voluntad. La idea fundamental de la voluntad humana expresa nuestra capacidad para enfrentarnos a la realidad (a los problemas, a los retos o a las circunstancias de la vida).
Normalmente el concepto de voluntad se encuentra asociado con otro, la idea de fuerza. La fuerza es un término de la física pero que se puede extrapolar a lo humano, de tal manera que se habla de la fuerza de voluntad.
Se dice que alguien posee esta condición cuando tiene la energía y la determinación para afrontar un reto personal.
En circunstancias favorables la fuerza de voluntad no juega ningún papel relevante. En cambio, si nos encontramos ante una situación difícil es necesario poner en marcha un mecanismo interno que sirva para combatir la dificultad. Y ese mecanismo es, precisamente, la fuerza de voluntad.
Esta capacidad tiene algunas características. Una de ellas consiste en asumir la lucha personal contra aquello que presenta una fuerza opuesta (la pereza o la comodidad suelen actuar como inclinaciones contrarias a la fuerza de voluntad). Por otra parte, es necesario la constancia y la determinación, es decir, no dejarse vencer con facilidad ante cualquier adversidad. Otro de sus ingredientes es evitar las distracciones o las excusas, pues ambas son aspectos que pueden debilitar nuestra energía interior.
Según los especialistas en el comportamiento humano, la fuerza de voluntad no es una cualidad espontánea o natural, sino que es posible entrenarla adecuadamente.
En cualquier circunstancia donde se ponga en funcionamiento la fuerza de voluntad existe un mecanismo complementario, la motivación. Así, activamos una energía o fuerza interior porque tenemos la suficiente motivación para hacerlo, pues consideramos que hay un proyecto que vale la pena conseguir y estamos dispuestos a sacrificarnos por él.
La fuerza de voluntad tiene un cierto componente espiritual, porque no se puede medir de ninguna manera ni valorarla desde una perspectiva objetiva o científica (como sucede con la inteligencia, que sí es posible evaluar). A pesar de ello, es un concepto que expresa el vitalismo del ser humano, su capacidad de transformar algo y de combatir la resignación.
Por último, se podría afirmar que es un antídoto contra la debilidad, una herramienta para superar los obstáculos y una estrategia para conseguir la satisfacción personal.