La explotación infantil es un fenómeno consistente en utilizar a niños con la finalidad de obtener beneficios económicos; este tipo de circunstancia pone al menor en una situación de indefensión y de perjuicio debido al hecho de que su desarrollo psíquico todavía se ve incapacitado de afrontar los desafíos y requerimientos que un tipo de situación de esas características plantea. En la explotación infantil el niño es visto como un objeto y meramente como un medio para la satisfacción de intereses de terceros. Cabe señalar que un tipo de circunstancia de estas características es perseguida por la mayoría de las legislaciones del mundo como consecuencia del cariz vejatorio que manifiesta.
La infancia es un período crítico en la vida de todo ser humano. En ella se desarrollan las aptitudes para afrontar en la edad adulta a diversos desafíos, circunstancia por la que la formación debe ser el objetivo principal. Atender una educación formal, desarrollar la personalidad al máximo deberían ser los primeros objetivos de un menor de edad. Los mismos son totalmente puestos de lado cuando un niño se ve obligado a trabajar. Esto no significa que un menor no pueda realizar algunas tareas específicas con sus parientes, incluso remuneradas en otros ámbitos; no obstante, las mismas deberían considerarse como una excepción y no el eje central de su vida. En efecto, en la explotación infantil, el trabajo, que se realiza de modo obligatorio, consume todas las otras facetas de la vida de un menor.
Si bien es un tipo de condición que fácilmente puede ser expuesta y dirimida por la justicia, en algunos momentos de la historia el trabajo infantil en condiciones de explotación fue una situación harto extendida. Así, por ejemplo podemos remontarnos a la revolución industrial, momento de la historia en el cual los niños fueron utilizados para trabajar en fábricas textiles o de bienes manufacturados. La remuneración era mínima, casi simbólica y las condiciones laborales en lo que respecta a salubridad eran deplorables. Dado lo inhumano de este tipo de situación, con posterioridad se incluyó en la legislación la prohibición de que las fábricas contratasen a menores de edad.
No obstante, a pesar de los avances en lo que respecta a la toma de conciencia, lo cierto es que en determinados países de gran pobreza la explotación infantil sigue siendo una realidad. En estos casos existe toda una coyuntura que lleva a agravar el problema puesto que son tantas las limitaciones económicas que el número de opciones es en extremo limitado. En estos casos, la ayuda internacional debe ser una de las primeras condiciones a buscar.