Cuando hablamos de despotismo, nos referimos a la forma de gobierno por la cual el poder del soberano se constituye como absoluto e ilimitado. Por su parte, la noción de Ilustración refiere al movimiento filosófico que comprendió a la razón como la única fuente de verdad, promulgando a su vez la libertad y la igualdad ante la ley de todos los hombres. Si bien ambos conceptos podrían parecer contradictorios, los mismos confluyeron en un régimen político que se institucionalizó a mediados del siglo XVIII en Europa: el despotismo ilustrado. Se trató de un régimen que buscó mantener al absolutismo monárquico por medio de las ideas ilustradas basándose en el lema “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. Si bien ello logró apaciguar los ánimos de la población por un tiempo, el propio despotismo ilustrado sentó las bases para el desarrollo de las revoluciones burguesas que llevaron al absolutismo a su fin.
Surgimiento
Durante el siglo XVII, el absolutismo se había configurado como el régimen político principal de Europa. Sin embargo, en el siglo siguiente, surgieron ideas contrarias a dicho régimen, representadas por los filósofos de la Ilustración, quienes entendían que el poder político, basándose en ideales de igualdad y de libertad, debía corresponder al pueblo y no a un monarca absoluto.
Si bien ambos movimientos se mostraban en apariencia contradictorios, el absolutismo supo aprovechar las ideas ilustradas para fortalecer su poder, dando origen así al llamado “despotismo ilustrado”. En este sentido, las monarquías se hicieron eco de las demandas y aplicaron una serie de medidas tendientes a garantizar el bienestar del pueblo, pero sin modificar las estructuras políticas absolutistas y, en definitiva, evitando la instauración de un poder popular. Es de destacar que, debido a que la Ilustración implicaba la instalación de un gobierno regido por la razón, diversos filósofos ilustrados participaron en este nuevo sistema como pensadores y consejeros.
Características
El despotismo ilustrado contó con una serie de características particulares. En primer lugar, mantuvo el poder ilimitado y concentrado en la figura del monarca, aunque (a diferencia del período anterior) buscó aplicar un gobierno basado en la razón cuya finalidad consistiría en educar a la población. De esta forma, los déspotas ilustrados pusieron un gran empeño en el desarrollo de las artes, las ciencias, y la cultura, a la vez que instalaron diversos centros educativos y bibliotecas.
Por otro lado, como hemos mencionado, al basarse en la idea que aseguraba que la razón era la clave para el progreso, el despotismo ilustrado aplicó medidas de racionalización de la administración con el objetivo de desarrollar la economía y el equilibrio social.
Es de destacar que esta concepción rompió con la idea del mandato divino, entendiendo que el monarca era un representante de la soberanía popular que le delegaba su poder. Así, el rey conservaría el poder ilimitado del absolutismo, pero no en beneficio propio sino como garante del bienestar de sus súbditos. Esta idea se resumía en su lema: “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. En otras palabras, aunque el despotismo ilustrado se presentara como un benefactor popular, rechazaba la participación política del pueblo. Para el desarrollo de esta teoría, fueron fundamentales los aportes de pensadores como Thomas Hobbes y Jean-Jacques Rousseau quienes, desde ópticas diferentes, desarrollaron ideas respecto del contractualismo.
Consecuencias
Una de las consecuencias fundamentales del despotismo ilustrado fue que llevó a cabo una serie de reformas que buscaban racionalizar al Estado. Entre ellas podemos mencionar la construcción de obras para mejorar la agricultura y el comercio, la planificación urbana de las ciudades, la construcción de monumentos, la creación de nuevos espacios educativos, la modificación de los sistemas tributarios para volverlos más igualitarios y la aplicación de nuevos códigos legislativos con el mismo objetivo.
Todas estas medidas favorecieron la burocratización y centralización de la administración y efectivamente generaron un desarrollo en los aspectos económicos, sociales y educacionales, aunque no en las estructuras políticas. Sin embargo, es de destacar que otra consecuencia fundamental del despotismo ilustrado fue que, paradójicamente, al impulsar las ideas ilustradas en toda la sociedad, preparó el escenario para las revoluciones burguesas que a fines del siglo XVIII pusieron fin al absolutismo monárquico.