Desde la politología, el término se refiere a la forma de pensamiento sociopolítico que se manifiesta por medio de ideas que apuntan a la preservación del sistema político imperante. Al hablar de conservadurismos, con frecuencia se alude a quiénes se oponen a cambios sustanciales en el régimen político y procuran mantener el establishment existente. Para los conservadores, lo más relevante es la preservación de las tradiciones y los valores sociales, y persiguen la institucionalización de estas prácticas, por lo que el respeto a la normatividad y al poder estatal establecido es fundamental.
Surgimiento histórico
Bonazzi afirma que es hasta los siglos XIX y XX cuando el término aparece de manera explícita. Dado el contexto histórico, los grupos conservadores son vistos como las contrapartes de los grupos reaccionarios que protagonizan las revoluciones de estos siglos y se oponen a los regímenes imperantes de la época.
Por su parte, Espejel Mena, en el texto Liberalismo, conservadurismo y administración pública, menciona que los orígenes del término aparecen incluso antes, desde la Ilustración, con la consideración de la sociedad como un ente orgánico y el movimiento romanticista y la idea de nación.
El autor indica que la perspectiva de la sociedad como un ente orgánico, se relaciona con el conservadurismo al reflexionar sobre la sociedad como un organismo completo que existe de manera previa a las voluntades individuales. Dicho organismo está conformado por instituciones que motivan y fomentan los valores y las tradiciones de la sociedad.
Por su parte, el romanticismo y la idea de nación parten de la perspectiva de idealizar el pasado como consecuencia de las afectaciones económicas, políticas y sociales del progreso. Igualmente, las motivaciones del pensamiento conservador de la época se vinculaban con la superación de una perspectiva netamente individualista, predominante en el pensamiento ilustrado, en pro de ideales colectivos en función de lo social.
Conservadurismo versus progresismo
Bonazzi señala que el término es un tanto ambiguo, no obstante, históricamente ha sido comprendido en contraposición al progresismo. Este último refiere a un proceso de cambio constante y de modificaciones del individuo independientemente de lo social. Para Bonazzi, la diferencia fundamental entre el progresismo y el conservadurismo es que el primero considera al individuo cómo autónomo en cuanto a las instituciones sociales, mientras que el segundo no concibe sustraerlo del entorno social y político.
Del mismo modo, el autor señala que el conservadurismo no rechaza del todo los cambios sociales, sino que indica que estos ocurren de manera natural y dependen de las instituciones sociales establecidas, más no ocurren como una evolución del pasado sino como un proceso natural que deviene de la tradición y dependen del poder político, siendo quien lo ejerce el que dirige estos cambios hacia una sociedad más moderna.
Bonazzi indica que son tres los principios fundamentales del progresismo: la cientificidad que toma a las ciencias exactas como modelo de dirección para las ciencias sociales y humanas; la democracia en cuanto a que en ella todo individuo tiene la posibilidad de participar en las decisiones políticas, y el materialismo histórico que implica que la revolución del proletariado es indispensable para continuar por el camino del progreso humano. El autor nos dice que la mezcla de estos tres principios ha desarrollado el concepto de progresismo y que la oposición a ellos, en diferentes escalas y temporalidades, ha definido el desarrollo histórico del conservadurismo.
Conservadurismo político y conservadurismo económico
En este sentido, el conservadurismo implica la permanencia de los grupos en el poder político, así como la preservación de la tradición y los preceptos morales que han regido al entorno social de manera histórica. Sin embargo, en el aspecto económico el conservadurismo supone la intervención estatal para regular el mercado, contrastando no con posturas políticas progresistas, sino con aquellos que defienden al libre mercado y la mínima intervención del Estado en las transacciones económicas.
Así, a pesar de que tanto en el conservadurismo político, como en el económico se opta por la preservación de la normativa existente y la defensa del establishment definido, es posible que existan casos en donde un conservadurismo político viene acompañado de un liberalismo económico, como fueran las políticas emanadas del gobierno de Margaret Thatcher. Del mismo modo, puede ocurrir una combinación a la inversa, es decir, un progresismo político acompañado de un conservadurismo económico como podrían ser los gobiernos de izquierda que suponen la revolución de las clases trabajadores, al mismo tiempo que se oponen al libre mercado.