Al noroeste de Turquía y en la confluencia del Mar Negro con el Mar Mediterráneo se encuentra la ciudad de Estambul, antigua Constantinopla. Se trata de un lugar estratégico entre Oriente y Occidente. Esta ciudad fue la capital del Imperio bizantino, la parte del Imperio Romano que sobrevivió a las invasiones bárbaras. En 1453 fue conquistada por los otomanos, quienes la reconvirtieron al Islam y la rebautizaron con su nombre actual.
De la fundación a la caída
Constantino el Grande fue un emperador romano del siglo lV d. C que ha pasado a la historia por dos hechos: la adopción de la religión Cristiana como expresión oficial del imperio y la fundación de la ciudad de Constantinopla en el año 330 d. C. La ciudad fue reconstruida imitando el esplendor de Roma. Así, la nueva Roma se convirtió en un centro cultural y comercial de primer orden.
El antiguo Imperio Romano había desaparecido en el año 476 d. C y desde entonces Constantinopla se había convertido en el único territorio del antiguo imperio. Durante casi mil años la ciudad mantuvo el legado histórico de la civilización griega y romana.
A principios del siglo XV el emperador Manuel ll veía con preocupación la expansión de los otomanos en el Mediterráneo y temía que Constantinopla pudiera ser invadida. De manera temporal consiguió que su imperio se mantuviera al margen de posibles invasiones. Sin embargo, su sucesor (Constantino Xl) tuvo que pedir ayuda militar a las vecinas naciones cristianas. En abril de 1453 se enfrentaron dos ejércitos desiguales: navíos genoveses y venecianos junto con tropas bizantinas frente a un inmenso ejército otomano liderado por el sultán Mehmed ll. La ciudad fue asediada durante casi dos meses y finalmente las tropas otomanas entraron victoriosas en Constantinopla.
La caída de Constantinopla es considerada el comienzo de la Edad Moderna
La caída de Constantinopla tuvo consecuencias inmediatas. Para los cristianos (especialmente para la iglesia ortodoxa) supuso una conmoción general y la derrota de la fe cristiana frente al Islam. Desde un punto de vista comercial, las relaciones entre Oriente y Occidente se debilitaron de manera significativa y esto propició la búsqueda de nuevas rutas comerciales.
En el plano cultural los eruditos griegos que vivían en Constantinopla tuvieron que huir a las cortes italianas y esta circunstancia resulta esencial para entender el movimiento científico y cultural del Renacimiento. Estos cambios significaron el fin de una época y por este motivo algunos historiadores consideran que la caída de Constantinopla simboliza el comienzo de la Edad Moderna.