Un clérigo es un individuo que recibió el sacramento del orden sagrado. Esta condición lo orienta a servir a la Iglesia en un a condición particular. Al respecto cabe decirse que existen diversas gradaciones en esta recepción del orden, pero todas ellas implican una intermediación entre Dios y los hombres. En la Edad Media, el clérigo solía tener una educación especial y más sofisticada, educación propia del contexto religioso, circunstancia que en ocasiones hizo que el término se aplicase a quienes recibieron esta educación sin que por ello hayan adquirido el sacramento del orden sagrado, era ante todo un oficio forjado en una educación determinada.
De igual manera que el bautismo, el orden sagrado imprime una marca imposible de borrar. También acarrea gracias que hacen posible la consecución de los objetivos de la misión. Debe ser trasmitido por un obispo o por un enviado del mismo a través de una imposición de manos y una oración en la que se pide a Dios la concesión de las gracias correspondientes. Este sacramento solo puede ser conferido a hombres, circunstancia explicada por el hecho de que Cristo solo eligió apóstoles para encomendar esta tarea; por supuesto, esta circunstancia solo es apreciable en el contexto del catolicismo, otras expresiones del cristianismo muestran como posibilidad la ordenación de mujeres.
Como se ha especificado, el orden sagrado implica distintas gradaciones. La primera de todas es el denominado diaconado; la segunda es la de presbiterado y la última es la condición de obispo. En el primer caso, existe la posibilidad de administrar el bautismo y celebrar el matrimonio; en el segundo existen estas posibilidades sumándosele la consagración del pan y el vino como asimismo el perdón de los pecados; y finalmente, en el tercero se suma la posibilidad de conceder el orden sagrado. Es importante señalar que en ocasiones se otorga el diaconado como paso anterior al de presbítero.
En la actualidad, salvo el caso de los diáconos, el celibato es una condición obligatoria a la que deben someterse aquellos que desean convertirse en sacerdotes u obispos. Cabe señalarse al respecto que esta situación dista de ser un dogma de fe, es ante todo una medida disciplinar cuya finalidad se relaciona con el mejor desempeño de las funciones. Debido a una sociedad fuertemente orientada al hedonismo, esta situación ha sido enormemente cuestionada en la actualidad, muchas veces con argumentos pobres. No obstante, es de esperarse que continúe por mucho tiempo más.