Definición
La Batalla de Caseros enfrentó el Ejército Grande al mando de Justo José de Urquiza, gobernador de Entre Ríos, y el Ejército de la Confederación Argentina liderado por Juan Manuel de Rosas, en las inmediaciones de Buenos Aires el 3 de febrero de 1852.
En un combate de apenas seis horas, el triunfo fue obtenido por los primeros, lo cual devino en la renuncia y exilio de Rosas. Asimismo, Urquiza, nuevo representante de la Confederación, convocó a un Congreso que sancionó la primera Constitución Nacional Argentina en 1853. No obstante, ello no significó el fin de los conflictos entre provincias, ya que Buenos Aires se negó a firmar la nueva Constitución y a acatar la autoridad de la Confederación.
Contexto histórico
Para comprender este período es importante destacar que la Argentina estuvo caracterizada por mucho tiempo por un fuerte faccionalismo que generó largas guerras civiles entre quienes defendían las autonomías provinciales y quienes alentaban el proyecto de un único Estado-Nación centralizado. A su vez, para mediados del siglo XIX se acentuaron los conflictos al interior de la facción federalista por diversos motivos.
En primer lugar, si bien la organización política del territorio correspondía a una Confederación de provincias autónomas que estaban unidas para las relaciones externas y los asuntos de guerra y paz, Buenos Aires mantenía su hegemonía. Esto era así porque el gobernador de dicha provincia, Juan Manuel de Rosas, había sido nombrado representante de la Confederación y, de esa forma, mantuvo gran influencia sobre todo el territorio por más de veinte años.
Desde su lugar de poder, Rosas retrasaba continuamente la sanción de una Constitución para evitar el reparto de los fondos de la aduana, de los que Buenos Aires se enriquecía. A su vez, en clave proteccionista, negaba la libre navegación de los ríos. Estas medidas generaban recelo en las provincias del litoral, ya que les impedían comerciar con Europa, a la vez que Buenos Aires continuaba acumulando todos los beneficios del comercio externo.
Causas del episodio
La situación se agravó con el fin del bloqueo anglo-francés en 1850. Esto implicó la posibilidad de volver a comerciar con Inglaterra y Francia las cuales, si bien habían finalizado el bloqueo, mantenían el sitio en Montevideo. Ante esta situación, Rosas prohibió el comercio con Montevideo para ejercer presión y expulsar a los extranjeros. Sin embargo, ello afectó a los intereses económicos de Entre Ríos que perdía la posibilidad de comerciar con la ciudad de la Banda Oriental.
Ante este hecho, el 1 de mayo de 1851, Urquiza aceptó la renuncia de Rosas (quien presentaba su renuncia todos los años, pero era rechazada) y asumió el mando de las relaciones exteriores. Este movimiento, conocido como “Pronunciamiento de Urquiza”, implicó de alguna forma una declaración de guerra.
Paralelamente, Urquiza fue conformando el Ejército Grande con fuerzas de Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, la Banda Oriental y Brasil. Este ejército fue el que atacó a Buenos Aires y se enfrentó al ejército de la Confederación Argentina, liderado por Rosas, en la Batalla de Caseros.
Consecuencias de la Batalla de Caseros
Producto de las tensiones mencionadas, el 3 de febrero de 1852, las fuerzas de Urquiza y de Rosas se enfrentaron en la Batalla de Caseros. Según las investigaciones, este enfrentamiento tuvo el mayor despliegue armamentístico hasta ese momento en Latinoamérica.
El combate tuvo lugar en la estancia de la familia Caseros, actual partido de Tres de Febrero y duró solo seis horas. El Ejército Grande, conformado por 28 mil hombres, derrocó al Ejército de la Confederación, compuesto por 22 mil soldados.
La derrota implicó la renuncia del gobernador de Buenos Aires y su exilio en Inglaterra. Así, Rosas fue destituido luego de veinte años en el poder y se dio inicio a un nuevo período que no estuvo exento de dificultades.
Urquiza, al mando de la Confederación, convocó a un Congreso que finalmente sancionó la primera Constitución Nacional. La misma establecía la forma federal de gobierno, la libre navegación de los ríos y la redistribución de los ingresos de la aduana. Como perjudicaba su situación privilegiada, Buenos Aires se negó a firmar dicha Constitución y se separó como un Estado independiente.