Un castigo es es una forma de penalizar a alguien por alguna razón. Existen muchas modalidades: una sanción, una multa, una tarea ingrata para compensar una mala conducta o incluso algo extremo como torturar a otra persona.
Hay otra variante del castigo, el que nos infringimos a nosotros mismos, también conocido como autocastigo. Desde un punto de vista estrictamente racional resulta extraña la idea de hacernos daño, pero hay que tener en cuenta que la mente humana tiene mecanismos complejos de tipo inconsciente y hay una explicación para comprender por qué nos autocastigamos.
El autocastigo tiene varias modalidades y cada una de ellas se presenta con sus propias características. A continuación, presentamos tres versiones sobre este concepto: el autocastigo psicológico, el religioso o el sexual.
Cuando alguien se siente culpable por algún motivo, es probable que reaccione imponiéndose un castigo más o menos severo (por ejemplo, asumir muchas responsabilidades para compensar el sentimiento de culpa). El autocastigo psicológico tiene un claro componente inconsciente y no es fácil que podamos asumirlo y dar una explicación convincente sobre el mismo. Muy probablemente tenga relación con la conciencia interior, que de alguna manera dialoga con nosotros y nos reprende en el caso de alguna desviación (en términos psicoanalíticos el super yo implica la autoevaluación y, por tanto, el reproche orientado hacia nosotros).
Algunos planteamientos religiosos tienen un elevado sentido del deber y se establecen pautas estrictas sobre cómo se debe actuar. Cumplir las expectativas de manera rigurosa resulta duro y con relativa facilidad el ser humano puede desviarse del objetivo. Así, si una persona con fuertes creencias religiosas incumple un precepto moral, puede llegar a autocastigarse, para así censurar o reprimir una conducta inapropiada. Un ejemplo, sería la flagelación, que consiste en un castigo corporal que en ocasiones es bastante intenso y que está asociada a ciertas prácticas religiosas.
En la esfera de la sexualidad, la tendencia mayoritaria es la búsqueda del placer. Sin embargo, la idea de placer tiene una cara oculta, el masoquismo. Consiste en obtener placer sexual a través del daño físico. Quien tiene esta inclinación, busca el autocastigo, porque la propuesta de sentir dolor es deseada por él.
Algunos expertos en la conducta consideran que las distintas variantes de autocastigo tienen algo en común: el sentimiento de culpa.