Se denomina antiséptico a aquel producto cuyas propiedades permiten la erradicación de microbios y agentes nocivos que pueden infectar o inflamar heridas recientes. En algunos casos el antiséptico se aplica directamente sobre la piel intacta, así como en quemaduras, membranas mucosas y heridas abiertas para eliminar los microbios de esas áreas previniendo de esa manera la posible sepsis.
Entre los antisépticos de uso más habitual es posible mencionar el alcohol etílico, el agua oxigenada y el yodo.
Desinfectantes y antisépticos
Pese a que muchas personas puedan pensar que son sinónimos, antiséptico y desinfectante no son ni mucho menos lo mismo. Mientras que el antiséptico es un producto que actúa únicamente sobre los tejidos vivos, el desinfectante está diseñado para actuar sobre los gérmenes localizados en objetos (utensilios quirúrgicos o de limpieza, por ejemplo) o superficies (el suelo, el cuarto de baño, la cocina,…).
Además, mientras que los productos desinfectantes pueden ser nocivos para el ser humano, la inocuidad es condición indispensable del antiséptico, no representando ningún peligro al carecer de efectos corrosivos o tóxicos.
Por último otra diferencia entre ambos productos es que los antisépticos no presentan ningún tipo de problemas a la hora de disolverse con otros compuestos sin alterarse o descomponerse, aun cuando son expuestos a la luz solar o el calor.
Antisépticos naturales
Si bien hoy día la mayoría de antisépticos que se comercializan son el resultado de un proceso químico muy elaborado, también es posible encontrar muchos antisépticos de origen natural, como por ejemplo la saliva, que ayuda a eliminar muchos de los microorganismos de nuestra cavidad bucal.
Otros antisépticos naturales son
La miel, cuyas propiedades medicinales han sido glosadas desde hace muchos siglos. Si bien tiene otras muchas facetas positivas para nuestro organismo, en su función de antiséptico basta con aplicarla sobre una herida para evitar una posible infección, permitiendo además una más rápida cicatrización y una regeneración celular más acelerada.
La cebolla, que es célebre por sus propiedades bactericidas y que resulta un componente habitual en multitud de remedios naturales. La cebolla puede aplicarse de muy diversas formas para tratar una herida, ya sea tostada, hervida o aplicando alguna de sus finas telas interiores directamente sobre la zona afectada.
El ajo, un potente fungicida, que aunque puede causar cierto escozor, es realmente efectivo si se aplica en forma de pasta sobre el área a tratar. Resulta ideal para tratar el pie de atleta, la onicomicosis o algunos tipos de tiña.