Al pensar en la idea de abusar de alguien, probablemente la asociemos a algún tipo de maltrato físico: golpear, empujar, zarandear o cualquier situación en la que haya una agresión corporal. Sin embargo, el abuso no siempre es físico, sino que también puede ser de índole psicológico, aunque ambos suelen estar relacionados.
Hay muchas maneras de abusar de alguien psicológicamente. La lista sería casi interminable: insultar, despreciar, vejar, reírse de la otra persona, desprestigiarle, apartarle, someterla a presión y, en definitiva, ocasionarle un daño anímico. La persona afectada por el abuso, se encuentra emocionalmente alterada, se siente humillada y menospreciada por su agresor.
Este tipo de situación está enmarcada en contextos sociales diferentes. Las mujeres maltratadas sufren normalmente acoso psicológico, pues sus compañeros sentimentales las someten a situaciones vejatorias. En el ámbito escolar, se habla del bullying o ciberbullying y consiste en someter a una víctima a un maltrato permanente, ya sea de forma personal o a través de las redes sociales. En algunas situaciones laborales, los trabajadores padecen igualmente humillaciones o presiones desagradables.
En toda situación de abuso psicológico, hay dos protagonistas: el acosador o acosadores y la víctima. Como norma general, el acosador se encuentra en una posición que considera dominante ( un jefe sobre un subordinado, un hombre que cree que puede mandar sobre su pareja o un joven que considera inferior a otro ). La víctima es alguien que, por algún motivo, es valorada con desprecio, lo cual le origina una inestabilidad interior, una angustia y la sensación de inferioridad. En cualquier caso, estas conductas son despreciables moralmente, están injustificadas racionalmente y pueden ser delictivas.
Una de las dificultades propias de las situaciones de abuso es la denuncia de los hechos. La víctima se encuentra psicológicamente sometida y es dífícil que se decida a denunciar el abuso al que se encuentra sometido.
Una de las circunstancias del abuso psicológico es la dificultad a la hora de aportar pruebas que lo acrediten. En el acoso físico es más factible presentar pruebas: heridas, maguñaduras o testimonios que acrediten una agresión. El abuso o acoso psicológico puede ser muy dañino hacia la víctima, pero no resulta fácil presentar pruebas evidentes que lo demuestren ante la policía o ante un juez. Por este motivo, los psicólogos son los profesionales que deberán valorar si una acusación de acoso tiene fundamento y ha causado un problema psicológico en la víctima.