Se denomina trabajo infantil al empleo de niños en cualquier tipo de trabajo, negándoles la posibilidad a estos del disfrute de su infancia y afectándolos mental, física o moralmente. Esta práctica es considerada por diversas organizaciones internacionales como un acto de explotación y es prohibida por las legislaciones del mundo. Es menester señalar que no todas las actividades son consideradas como trabajo infantil, sino tan solo aquellas que interfieren con el normal desarrollo del niño; así, estudiar, entrenarse, hacer actividades artísticas, están lejos de ser perniciosas para la salud del menor y es por ello que no solo están excluidas de esa caracterización, sino que también pueden considerarse beneficiosas.
Si bien en la actualidad existe conciencia de los problemas que acarrea el empleo por parte de niños, en épocas no tan lejanas fue una práctica difundida. Así en épocas previas a la primera mitad del siglo veinte, puede vislumbrarse numerosos casos de trabajo infantil, donde niños que aún no habían alcanzado la pubertad eran empleados para trabajar en agricultura, sector minero, fábricas, etc. En algunos casos, las jornadas laborales se extendían hasta doce horas diarias, lo que da un panorama de lo inhumano de la situación. Con el desarrollo de leyes abocadas a tratar esta problemática, esta práctica comenzó a caer en desuso en los países más desarrollados.
No obstante, en aquellos países que aún se encuentran en vías de desarrollo, todavía existen indicios de trabajo infantil, sobre todo en las áreas sociales con mayor índice de pobreza. Así, los mayores registros de trabajo infantil en años presentes están presentes en el África subsahariana, con una incidencia de un cincuenta por ciento de niños empleados en trabajos inapropiados, principalmente en el área rural.
De estas consideraciones se colige que la principal causa del trabajo infantil se relaciona con situaciones socio-económicas precarias. En algunos casos, el ingreso económico que se obtiene puede por parte del menor puede significar para éste la diferencia entre la vida y la muerte. Además, cabe señalar que en estos casos existe una deficiencia de instituciones educativas para afrontar la situación.
La solución para una problemática como el trabajo infantil no puede ser tratada aisladamente por el plano legal. En efecto, la condena social no alcanza para brindar soluciones de largo plazo, por lo que se hace categórica la necesidad de tomar medidas que logren una mejor distribución de los ingresos económicos. Por su parte, las naciones desarrolladas deben contribuir con programas concretos a incentivar el cese del trabajo infantil como práctica.