- Conociéndose a sí mismo
- Hazañas durante su rumbo a Atenas. El inconveniente de la madrastra. La prueba del toro. Hijo legítimo
- Creta, el laberinto y el Minotauro
Un día, el gran Hércules (o Heracles) realizó una visita en el hogar del pequeño Teseo. Ambos guardaban cierto parentesco, eran primos. Teseo conocía las valerosas hazañas de Hércules, su primo mayor era una inspiración para él, algún día quería ser como él, lo veía como un niño de hoy en día vería a su superhéroe favorito, ya fuera Spider-Man o cualquier otro. Hércules se dio cuenta rápidamente de la pasta que estaba hecho el pequeño, fuerte y valiente como él. Ambos congeniaron enseguida.
El pequeño creció acostumbrado a la ausencia de una figura paterna, pero cuando cumplió edad suficiente y tuvo la fuerza necesaria como para levantar una gran roca, su madre consideró que era el momento de contarle la verdad; lo que ocurrió aquella noche en que engendró al pequeño, y la historia de cómo acabó yaciendo con dos hombres. Teseo, como debe resultar evidente, quedó muy sorprendido ante tal confesión, especialmente cuando su madre le aseguró que creía firmemente que ambos eran sus padres y no solo uno de ellos.
Teseo, siempre caracterizado por su gran curiosidad, deseó conocer a uno de ellos, el más accesible, Egeo, su padre mortal.
De camino a Atenas para conocer a su padre, Teseo vivió toda clase de aventuras, o mejor dicho, se enfrentó a diversas circunstancias, las cuales, con su complejo heroico y obsesión con Hércules, no podía llevarlas a cabo con más entusiasmo. Varios gigantes y bandidos trataron de torturarlo y matarlo, pero Teseo se libró de todos ellos de la misma manera que habría hecho su primo, a base de fuerza bruta y violencia.
Cuando el ya héroe llegó a Atenas, fue inteligente y decidió no llamar demasiado la atención, al menos al principio. Esto le vino de perlas, porque su padre se había casado con Medea, una poderosa hechicera y sacerdotisa, y con ella había tenido otro hijo.
Medea, con su magia, descubrió que Teseo era el primer hijo de su marido y por lo tanto el digno sucesor del trono. Se convirtió así en enemigo para ella y su hijo, y por todos los medios posibles trató de librarse de él.
Lo primero que hizo Medea fue hablar con Egeo, haciéndole creer que aquel joven forastero atentaría contra él, y debía, por tanto, eliminarlo.
Siguiendo el consejo de su esposa, el rey organizó una competición en la que Teseo debía luchar contra el Toro de Creta, un toro de tamaño gigantesco que causaba estragos y desastres haya donde fuera. Teseo luchó contra él y salió airoso de la competición. Egeo y Medea, que no creían que fuera a sobrevivir a semejante batalla, tuvieron que preparar un banquete de celebración a regañadientes, y allí Medea ideó una segunda trampa, esta vez mucho más definitiva, no dejaría que el destino decidiera la suerte de aquel muchacho. Vertió un veneno en la copa de vino de la que Teseo debía beber. Antes de probar la bebida, el joven sacó su espada, regalo de su madre, para cortar la carne de aquel festín culinario, como invitado de honor. Egeo rápidamente reconoció aquella espada, y comprendió enseguida que Teseo no era otro que su hijo. El rey evitó que el joven bebiera de la copa envenenada salvándole la vida.
Cuando se descubrió el pastel, Medea tuvo que huir de Atenas junto a su hijo para evitar la muerte por traición, y Teseo se convirtió en el heredero del trono de Atenas.
Pero sin duda la hazaña más famosa que llevó a cabo Teseo fue en la ciudad de Creta, cuando luchó contra el terrible Minotauro, una bestia monstruosa, mitad toro y mitad humano que vivía encerrado en un gigantesco y complejo laberinto, alimentándose exclusivamente de carne humana.
Los atenienses debían enviar cada año a siete jóvenes y siete doncellas como tributos para el Minotauro, era una manera de vengar la desafortunada de muerte de Androgeo, el hijo de los reyes de Creta, Minos y Pasífae, que participó en unos juegos deportivos de Atenas y se convirtió en el ganador. Pero Egeo, por celos, lo obligó a enfrentarse al Toro de Creta, el mismo al que se enfrentó Teseo, y el príncipe cretense acabó muriendo.
Los tributos que le exigía Minos a Egeo eran lo más parecido a un pago por la cruel muerte que tuvo su hijo.
Teseo se ofreció voluntario uno de esos años, dispuesto, con ese espíritu heroico que lo caracterizaba, a acabar con aquella bestia a la que llamaban Minotauro.
Pero esta aventura le quedaba muy grande a nuestro héroe, y tal vez jamás habría salido airoso de ella de no ser por Ariadna, la princesa cretense, que se enamoró de él y le ofreció una espada y un hilo para que lograra guiarse y escapar del gigantesco laberinto, en el que él y sus compañeros podían vagar días e incluso semanas hasta que el Minotauro los encontrara y devorara.
Teseo luchó a muerte contra la bestia, que era grande y fuerte pero de movimientos torpes, y logró ensartar su espada en un golpe fatal. Después, ayudándose con el hilo de Ariadna, escapó de aquel laberinto imposible.
Gracias a la princesa, había salido ileso de aquel terrible lugar, pero no se comportó nada bien con ella: le prometió casarse y llevarla a Atenas consigo para casarse, pero se marchó de Creta sin ella, dejándola plantada. Y es que los héroes tienen grandes cualidades en la lucha, pero por lo que respecta al tema amoroso, normalmente, nunca es su fuerte.