Todo ser humano es individual pero también, social. Es decir, existe una dualidad en el corazón humano. Toda persona necesita compartir momentos de intimidad y de soledad pero también se alimenta su mundo emocional del feedback gratificante que surge del valor de la amistad, del compañerismo en el plano laboral, de las relaciones familiares e incluso, de los vínculos más superficiales como los de vecindad. Vivir en sociedad implica que todo ser humano debe de poner en práctica sus habilidades sociales en beneficio de su propia felicidad personal puesto que tener un alto nivel de integración y contar con distintos grupos de pertenencia suma autoestima, reconocimiento, pensamiento positivo, motivación y felicidad.
Las habilidades sociales son un entrenamiento que se adquiere desde los primeros años de vida puesto que los niños son un claro ejemplo de cómo se puede cultivar la amistad de una forma espontánea y natural. Los niños hacen amigos con mucha facilidad, se relacionan con naturalidad y hacen del juego un medio perfecto de sociabilidad.
Existen momentos en los que las personas desean olvidarse del entorno social y centrarse en sí mismas, por ejemplo, al tener una herida emocional por un desamor, hacer el duelo por la muerte de un ser querido, sufrir la decepción de un amigo, ante un despido de trabajo… Sin embargo, a largo plazo, tener relaciones sociales es una necesidad de salud emocional. El aislamiento social produce tristeza, apatía, miedos, cansancio… Por el contrario, las relaciones personales mejoran la higiene mental y el pensamiento positivo.
Una persona sociable es aquella que tiene un carácter cercano y agradable y muestra interés e ilusión por establecer relaciones sociales y compartir tiempo en común. En cambio, una persona poco sociable es aquella persona solitaria con una vida social pobre. Una persona puede ser más o menos sociable dependiendo de su momento vital y de su situación personal presente. De forma habitual, en un momento de alegría, cualquier persona es más receptiva hacia las relaciones sociales que en una etapa de tristeza.
Las habilidades sociales no son innatas sino que se entrenan. Por tanto, también se perfeccionan cuando se practican. Existen habilidades sociales muy importantes que propician la agradable convivencia en sociedad: la amabilidad, la empatía, el respeto, la generosidad, la simpatía…
Para ser más sociable, cualquier persona tiene que mejorar en primer lugar, la relación que tiene consigo misma que es base de la relación con los demás.