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Definición de Rococó características, artistas, y obras

Laura Cabrera Guerrero
Historia del Arte

El Rococó fue un movimiento artístico de breve duración que se originó en Francia, en el siglo XVIII. Abarcó solo unos treinta años, de 1730 a 1760 aproximadamente. Sin embargo, pese a su corto periodo, fue una corriente muy influyente en el siglo XVIII europeo, con unas características concretas que lo diferencian de otros estilos artísticos.

Características del movimiento

El término ‘rococó’ surgió en un principio como una palabra burlesca y despectiva, del mismo modo que ocurrió con el Barroco. Rococó en francés se construye a través de la combinación de las expresiones francesas baroque y rocaille. La primera hace referencia a las perlas irregulares y la segunda se emplea para las formas curvadas de rocas y moluscos, todo aquello de origen marítimo, pero con ella nos referimos en definitiva a un estilo asimétrico, que predominará sobre las formas rectas.

El uso de ambas palabras para designar este movimiento se debe a su particular estilo recargado en lo que respecta al mobiliario. Como decía con anterioridad, el estilo rococó es principalmente de creación francesa, surge durante la regencia del Duque de Orleans, cuando Luís XV aún no tenía la mayoría de edad.

En los interiores arquitectónicos de los palacios y hogares burgueses, se sustituyen las estancias más solemnes y de grandes dimensiones por pequeños salones o gabinetes. Se recurre a un material mucho más económico y fácil de dominar, del mármol se pasa al estuco, y surge un gusto por la porcelana que ha llegado hasta nuestros días.

Si nos centramos más en el arte de la pintura, encontramos un gran cambio respecto al Barroco: el Rococó es un estilo mucho más frívolo, protagonizado por la aristocracia francesa, tan aburrida durante todo el día, que debía recurrir a ciertas estupideces para matar el tiempo: disfraces, juegos como el de la gallinita ciega…buscaban entretenerse con cualquier cosa. La seriedad en el Rococó brilla por su ausencia, encontraremos pinturas de temas banales y completamente anecdóticos. El dramatismo, tenebrismo o peso de la religión quedarán olvidados durante esta época.

Un ambiente de absoluto refinamiento, galantería y sensualidad (mezclado a veces con un toque pícaro) invaden la pintura. Como ocurre en el campo arquitectónico, las obras pictóricas reducen su tamaño, no habrá lienzos monumentales porque su temática no induce a ello.

Tampoco serán obras de fuertes contrastes cromáticos, no veremos ninguna pintura similar a Caravaggio y el claroscuro de este artista barroco. Los artistas rococó evitarán los colores fuertes, como el negro o el rojo. En su lugar, utilizan tonos pastel: rosas, azules… es una gama mucho más suave y delicada.

Artistas y obras marcantes

Uno de los artistas más importantes de este movimiento, al que podríamos considerar su precursor por excelencia, es Antoine Watteau (1684 – 1721). Watteau vivió en un momento de transición artística, del último barroco francés al principio de rococó, el cual introdujo mediantes obras de pequeño formato que mostraban escenas anecdóticas: bailes, juegos, cortejos… En definitiva todo aquello que llamaríamos en francés fête galante: pinturas protagonizadas siempre por la aristocracia y ambientadas en paisajes bucólicos completamente idealizados, sin mostrar la realidad de la vida en el campo.

Esta obra de A. Watteau, Capitulaciones de boda y baile campestre (1711, Museo del Prado) muestra una de estas fête galante, con personajes bien vestidos, que bailan y celebran el acontecimiento, situados en un bosque, rodeados de árboles frondosos. Al estar en el interior de un bosque, cambia parcialmente la paleta cromática, y el artista utiliza tonos mucho más oscuros de lo habitual y acostumbrado en el resto de su producción.

Siguiendo el legado de Watteau, encontramos a otro gran artista ya plenamente Rococó, que fue François Boucher (1703 – 1770). Boucher se hizo muy famoso también por sus pinturas de este estilo galante, aunque a diferencia de Watteau, se centra mucho más en los retratos. Sus figuras no serán pequeñas y lejanas en un paisaje idílico, cobrarán mayor protagonismo. Entre sus retratos, algunos de los más importantes fueron los que realizó para Madame de Pompadour, una célebre cortesana francesa y amante del rey Luis XV.

En esta Diana saliendo del baño de F. Boucher (1742, Museo del Louvre) la temática religiosa es sólo una excusa para pintar una escena cargada de erotismo. Pese a algunos elementos característicos de la diosa de la caza: animales muertos en una esquina, flechas en el otro lado, una joya con la media luna en la cabeza…Lo que interesaba a la sociedad rococó eran los cuerpos femeninos desnudos, el alto grado de sensualidad y erotismo.

Aunque, si hay un artista rococó por excelencia, ese es Jean-Honoré Fragonard (1732 – 1806), alumno de François Boucher. Sus obras, ya del gusto frívolo de la sociedad de Luis XV, están cargadas de hedonismo. Disfrutó de un gran éxito en vida, hasta que llegó la Revolución Francesa en 1789, y su arte dejó de estar bien visto.

El columpio de Fragonard (1767, Colección Wallace) es la obra más famosa de todo el Rococó.

Es una pintura absolutamente anecdótica pero excesiva: el vestido rosa pastel de la cortesana, el hombre situado en el suelo, intentando ver algo más bajo las telas del vestido…hace alusión a aquellos terribles matrimonios por conveniencia que se daban por aquella época y como tener amantes y el adulterio resultaban de lo más normal del mundo. Juegos tan banales como jugar al pilla-pilla, al escondite o a balancearse en un columpio era en lo que la aristocracia francesa empleaba su tiempo.


Autora

Escrito por Laura Cabrera Guerrero para la Edición #134 de Enciclopedia Asigna, en 03/2024. Laura es estudiante avanzada en la carrera de Historia del Arte en la Universidad de Barcelona. Aficionada a leer y escribir sobre la historia, el arte, la mitología, la música y la literatura.