- Gea, Urano y sus titanes
- El matrimonio de Rea y Crono
- Salvando al pequeño
- Una roca por un bebé
Gea, la entidad primordial de la Tierra, se arrancó a dos hijos de su cuerpo. Antes formaban parte de ella, pero al separarlos cobraron conciencia propia. Estos fueron Pontos (el Mar) y Urano (el Cielo).
Gea y Urano congeniaron enseguida, y tuvieron muchos hijos.
Primero vinieron los titanes, doce en total. Seis varones y seis hembras, entre ellas Rea.
Cuantos más hijos vinieron, las cosas se torcieron.
Nacieron los Hecatónquiros, unos seres abominables, que nada tenían que ver con los primeros hijos del matrimonio, los apuestos y fuertes titanes.
Urano quedó tan impactado al contemplar a sus hijos, que los encerró en las profundidades de la Tierra, no soportaba a esas criaturas.
Gea no era de la misma opinión, y se enfureció al ver lo que Urano había hecho.
Con deseos de venganza, fabricó un arma y recurrió a sus otros hijos, a los titanes, solicitando ayuda.
Y todos ellos decepcionaron a Gea. Su madre les ofrecía gobernar junto a ella, un poder ilimitado. Todo lo que tenían que hacer a cambio era derrotar a Urano.
Y uno a uno, sus hijos e hijas (Rea incluida) rechazaron la jugosa oferta.
Ya fuera por miedo, respeto…o pocas ganas de meterse en problemas, los titanes dieron una negativa a su madre.
Todos menos Crono. Para sorpresa de los presentes, el menor de los hermanos se mostró más que dispuesto, entusiasta incluso, a seguir el plan de Gea.
Las cosas fueron según lo esperado para madre e hijo, Crono derrocó a Urano y accedió él al poder.
Rea se casó con Crono, aunque fueran hermanos, era algo que entre divinidades no importaba lo más mínimo.
Juntos se convirtieron en la pareja más poderosa de la Tierra.
Pero la felicidad duraría poco…
Se cumplió la profecía que Gea vaticinó, y la maldición de Urano ante la traición de su hijo: Crono se volvió loco, obsesionado con su poder, y aterrado ante la idea de perderlo.
Por eso cuando Rea se quedó embarazada del primer hijo de ambos, Hades (el futuro dios del Inframundo), le exigió a Rea que se lo entregara al nacer, y se lo tragó.
Rea tuvo que soportar esta actitud durante cuatro embarazos más, cada hijo que tenían, era devorado por Crono.
La pobre Rea estaba ya harta de su marido. Por eso, en su sexto y último embarazo, se armó de valor y logró salvar a su hijo menor del estómago de su padre.
Se fue a Licto, un pueblo de la lejana isla de Creta, y allí pasó Rea sus últimos meses de embarazo, fuera del alcance de Crono.
Rea dio a luz a Zeus, el futuro rey de los dioses. Su madre, de algún modo, vaticinaba que a aquel pequeño bebé le esperaba un futuro grandioso.
Lo cedió a su madre, a Gea, que se puso de su parte y no de la de Crono, pues su hijo, obsesionado con el poder, se había pasado de la raya (y Gea siempre trataba de ser justa).
Rea sabía que era el momento de regresar a casa. No iba a ser fácil, ya que no soportaba abandonar a su pequeño hijo, pero no le quedaba más remedio. Su supervivencia dependía de ello.
Al volver, debía engañar a Crono, que ya le abría los brazos esperando al nuevo hijo.
Tal y como nos explica Hesíodo en su Teogonía, esto fue lo que hizo Rea:
“Y envolviendo en pañales una enorme piedra, la puso en manos del gran soberano Uránida, rey de los primeros dioses. Aquél la agarró entonces con sus manos y la introdujo en su estómago, ¡desgraciado! No advirtió en su corazón que, a cambio de la piedra, se le quedaba para el futuro su invencible e imperturbable hijo, que pronto, venciéndole con su fuerza y sus propias manos, iba a privarle de su dignidad y a reinar entre los Inmortales”.
Hesíodo: Teogonía (485 – 492)
En efecto, Rea fue hábil y logró engañar a Crono, seleccionando una simple roca que tuviera un tamaño y peso similar al que podía tener un recién nacido.
Incluso, cubrió la roca con pañales, aunque Crono, cegado por su temor, apenas repararía en nada.
Y gracias a ella, Zeus pudo derrocar a Crono, liberar a sus hermanos de su estómago, y convertirse en los dioses Olímpicos.