La política está plagada de dos tipos de hombres, por un lado, aquellos que con sus obras e ideas a favor del bien común que representan enaltecen el contexto político que ocupan y por el otro lado, se encuentran aquellos personajes que logran destacarse por todo lo opuesto: su mezquindad, la corrupción, la violencia y por un excesivo culto personal.
En tanto, dentro de este último grupo debemos inscribir al personaje que nos ocupará a continuación: Rafael Leónidas Trujillo.
Trujillo fue un militar y político dominicano nacido en San Cristóbal, República Dominicana, el 24 de Octubre de 1891, que durante tres décadas ininterrumpidas (1930-1961) dirigió tiránica y violentamente los destinos de los dominicanos.
Originario de una familia dominicana bastante modesta, que le permitió obtener una educación básica, Trujillo, antes de entrar a la milicia, se desempeñaría como telegrafista durante tres años y más tarde incurriría reiteradamente en el delito como el líder de una banda delictiva, la 42, ampliamente temida dentro de República Dominicana por la violencia con la cual actuaba.
En el año 1916, Estados Unidos, como consecuencia de las amenazas dominicanas de no pagar la deuda externa, ocupó el país, mientras tanto, Trujillo, vería tal situación como la oportunidad que había esperado toda su vida y así es que se alistó en la Guardia Nacional establecida por el Ejército de Ocupación. Su ascenso sería progresivo y muy notable, llegando al grado de capitán en muy poco tiempo.
Tras la normalización de la situación política y con Horacio Vázquez al frente del gobierno, Trujillo fue designado Jefe del Estado Mayor, aunque, pronto, en el año 1930, torcería el destino a su absoluto favor, cuando su rebelión contra Vázquez, precisamente, culmine con su ascensión al poder.
Lo que siguió en República Dominicana durante 31 años con Trujillo al frente del ejecutivo fue terror y más terror, porque la propuesta de Trujillo consistía en un personalismo recalcitrante que en todo momento se ocupó de enaltecer su figura, de silenciar a la oposición y cualquier otro opuesto al régimen Trujillense y de abultar sus bolsillos y los de su entorno a partir de negociados y políticas corruptas.
Entre sus principales atrocidades se destacan: el cambio de nombre de la capital dominicana por el de Ciudad Trujillo y la sistemática discriminación que se ocupó de ejercer especialmente contra los ciudadanos del vecino país Haití; es tristemente recordado el genocidio perpetrado en el año 1937 contra 20 mil haitianos que residían en la zona fronteriza con República Dominicana.
Como indicábamos líneas arriba, entre el año 1930 y 1961, Trujillo fue el “dueño” de República Dominica, incluso en aquellos momentos en los que no se encontró al frente del ejecutivo supo disponer a hombres de su entorno para ocupar los principales cargos y así no ceder ni un milímetro de poder.
Su incansable delirio de grandeza y las reiteradas incursiones militares en otros países llevaron a que se orqueste un plan en su contra que terminaría derrocándolo y asesinándolo el 30 de mayo del año 1961 mientras viajab en su automóvil.