La presencia es el hecho de estar en un determinado espacio. Desde el punto de vista social puede definirse como el hecho de influir en la vida de otras personas; es por eso que figuradamente la expresión “tener presencia” puede aludir al hecho de ser importante, de ser reconocido por los demás. La presencia siempre se define en relación a un lugar definido por coordenadas espaciales; solo cuando se alude a Dios puede hacerse referencia al hecho de estar en todas partes, esto es, a la ubicuidad. A pesar de que esta ocupación de espacio físico sea de alguna manera intuitiva y parezcan indiferentes las reflexiones al respecto, lo cierto es que hay muestras de controversias en el ámbito de la filosofía que cabe analizar.
Un buen punto a considerar cuando se refiere a la presencia de los objetos es la controversia surgida en torno a una postura filosófica denominada idealismo. El más conspicuo representante de la misma es George Berkeley; dicho filósofo centra su análisis exactamente sobre la duda acerca de la existencia de los objetos, esto es, de su presencia. El punto de partida para tal consideración es el hecho de que los seres humanos solo tienen una percepción de los objetos, circunstancia que haría considerar que el “ser” de los mismos es solo ese, su percepción. En otras, palabras, la presencia de los objetos solo está en la percepción del hombre; desde su perspectiva sería improcedente hacer referencia a una existencia independiente de la misma. Evidentemente, para Berkeley existe un ente que percibe los objetos, su presencia está prevista, pero no así la de los objetos. Es importante considerar que Berkeley consideraba que Dios era aquel que hacía existir las percepciones.
Independientemente de lo poco convencionales que surjan estas reflexiones, lo cierto es que el hecho de conocer el sustento de la presencia de las cosas ha sido un tópico recurrente en la filosofía. En efecto, la perspectiva aristotélica de que los objetos tienen una independencia en su presencia con respecto a la percepción ha sido matizada en muchas ocasiones. Por ejemplo, desde la filosofía kantiana se tiende a buscar las consideraciones acerca de los fenómenos, y no sobre su sustento, la denominada “cosa en sí”. Al respecto, Hume puede ser otro exponente de dichas influencias.
A pesar de cualquier teorización, lo cierto es que la presencia del mundo y la nuestra misma tiende a dejar un resabio a misterio. En efecto, cualquier intento que tengamos por racionalizar el mismo siempre aparecerá como insuficiente.