El término pedofilia está enmarcado dentro de la sexualidad humana. Etimológicamente viene del griego y quiere decir amistad con muchachos.
Desde un punto de vista psiquiátrico es una de las múltiples parafilias que existen. Consiste en la atracción sexual hacia los menores.
En algunas culturas y países la pedofilia es una práctica habitual y se encuentra dentro del contexto normal de relaciones sexuales ( por ejemplo, el matrimonio con niñas en algunos países de religión musulmana ).
La gran variedad de parafilias pone de manifiesto la complejidad de la sexualidad humana. Algunas de las más conocidas son las siguientes: fetichismo, sadismo, masoquismo, zoofilia, voyeurismo o tricofilia ( excitación provocada por el cabello ). Todas ellas tiene un elemento común: la persona que tiene este tipo de inclinación siente una pulsión sexual que no es la relación tradicional, la cópula.
Las distintas parafilias pueden ser consideradas más o menos raras, incluso muchas de ellas son catalogadas como perversiones. Sin embargo, la inclinación sexual hacia los niños o niñas tiene un componente peculiar: son menores de edad y no actúan libremente a la hora de participar en esta práctica sexual. En consecuencia, una gran parte de la sociedad considera repulsivo este comportamiento. Y no solamente tiene esta consideración, sino que las leyes pueden castigar estas conductas, ya que suelen ir acompañadas de manipulación por parte de la persona adulta.
Tanto desde el punto de vista moral como legal, hay un consenso generalizado a la hora de desaprobar la pedofilia en el mundo occidental, pues el menor está protegido por la legislación en varios sentidos: en la utilización de su imagen, en lo relacionado con el trabajo o, como es el caso que nos ocupa, en lo relativo a las relaciones sexuales.
Las personas que tienen esta tendencia sexual son los pedófilos. En los últimos años, los pedófilos que cumplen prisión son sometidos a diversos tratamientos para rehabilitar su comportamiento. Uno de los más peculiares es la castración química, a través de la cual se minimiza su pulsión sexual, reduciéndose así el riesgo de agresiones reincidentes. Se han dado algunos casos en los que el propio pedófilo solicita este tipo de tratamiento, seguramente porque es consciente del mal que puede ocasionar.
Para conocer la pedofilia, los psicólogos y psiquiatras intentan comprender los mecanismos mentales de los pedófilos. En este sentido, han podido comprobar que algunos de ellos saben que su conducta es indeseable y peligrosa, aunque en otros casos los pedófilos no son conscientes de las consecuencias de su comportamiento.