La ortografía es el cuerpo normativo que gobierna la palabra escrita, influenciado por la fonética, extendida a la forma oral, aplicado para cada lengua en función de establecer un acuerdo social y político al respecto de los modos en los que se debe utilizar la palabra. Ya desde los tiempos en que España puede llamarse como una identidad nacional en el año 1492 (recordemos, es el año de la Reconquista, o sea la salida de los árabes del territorio recién unificado, el año del inicio del apogeo de Isabel y Fernando, los llamados Reyes Católicos, el año de los viajes del descubrimiento de nuevos territorios por parte de Cristóbal Colón y con esto, el comienzo de la supremacía económica de España), se contempló como una gran necesidad, para dar precisamente identidad a los hispanos, el contar con un idioma también unificado en sus normas, que fuera empleado por la generalidad de los hablantes y con normas convencionales.
De ahí vino que los Reyes Católicos contrataran a un pensador que pudiera establecer normas para el empleo del idioma español, que permitiera que el entonces idioma romance llamado castellano fuera un idioma para todos quienes habitaban los territorios españoles, tanto peninsulares ibéricos como de los nuevos territorios que se iban colonizando allende el mar. Ese pensador fue Elio Antonio de Nebrija (también escrito Nebrixa), quien fue lo que hoy conocemos como humanista, esto es, un religioso, pedagogo, catedrático, escritor y editor, nacido en la provincia de Lebrija, una comarca de la actual Sevilla.
Antonio de Nebrija estuvo encargado de organizar y redactar el libro Reglas de ortografía en la lengua castellana, que empezó a organizar desde 1492 y en 1517 se publicó. Este libro fue el primer compendio de normas para regular la escritura del castellano y luego idioma español.
Entre sus aportaciones, Nebrija empleó una clasificación de palabras de acuerdo a su forma (sintaxis) dentro de las frases (oraciones, enunciados) que los hablantes emplean, para dar forma en el lenguaje escrito, o sea con un criterio lingüístico llamado transcripción fonética. Nebrija, de manera paralela, contribuyó con la definición de las categorías gramaticales que incluso hoy se siguen empleando (nombre, pronombre, artículo, verbo, participio, preposición, adverbio y conjunción; solamente le faltó la categoría de interjección).
La función de la RAE (Real Academia Española)
La labor de clasificación y de creación de reglas de escritura dio pie a la Real Academia Española, institución que, a pesar de las polémicas por su concepto ligado a la monarquía, funciona todavía como el árbitro para los académicos, filólogos, investigadores y demás, porque sigue regulando el empleo correcto del lenguaje escrito de nuestro idioma: vale recordar el lema de la Real Academia, “Limpia, fija y da esplendor”.
Así, desde su fundación en el año 1713, la Real Academia Española publica de manera periódica nuevas normas, acepta cambios y en 2011 mantiene contacto a través de su página web, en la cual se puede revisar sugestiones y aclaraciones en el empleo de las palabras, por lo que es recomendable hacerle consultas, ya sea en un diccionario impreso o bien en línea, aquí está la liga: https://www.rae.es/
En la práctica, el empleo eficiente del lenguaje permite no solamente el lucimiento y el entendimiento, sino la comprensión efectiva de las ricas variantes (llamadas acepciones) de ciertas palabras.
Como ejemplo, le sugerimos leer en voz alta lo siguiente: La rosa que nos roza con sus pétalos, con los usos hermosamente contundentes en todos los husos de los territorios donde se habla español.
Note que hay palabras que suenan igual, pero su acepción o significado resulta distinta. La rosa, es la flor; roza, es una acción, de frotar, sentir al tacto; los usos son los empleos que damos a las palabras en este caso; y los husos son los diversos horarios que hemos creado para aplicarlos en los territorios geográficos.
¿Cuál es la importancia de la ortografía?
Vale entonces reflexionar que, si desde el siglo XVI ya se valoraba importante el buen empleo del lenguaje escrito, que en el XVII se creó una institución en el mismo sentido de corrección y en la actualidad, en este siglo XXI, sigue tan vigente como necesaria la riqueza lingüística, es imprescindible escribir de forma correcta y así establecer nuestras ideas de forma eficaz para relacionarnos, para convivir y para describir nuestra existencia.
Revaloremos, pues, el idioma español, el que nos abre la puerta a la comunicación, a la organización de nuestras opiniones y a la convivencia, la evolución de la ciencia y la vida cotidiana.
Ahora bien, como hablantes y redactores cotidianos del idioma español, es fundamental adoptar la postura de que el manejo eficaz, que muestre congruencia y formalidad, del lenguaje oral y escrito, nos da estilo, muestra el desarrollo intelectual y en referencia con la disciplina para comunicarnos fervorosa y eficientemente.
Esto también es altamente apreciable para transmitir nuestras ideas, nuestros mensajes a quienes nos escuchan y nos leen. Sí, en estos días los mensajes solo se valoran como medios de “entendernos”, pero no siempre es así, no siempre entendemos ni siempre logramos comunicarnos e interpretarnos en el mismo idioma.
Lo que debemos hacer: Corregir, manejar el lenguaje escrito correctamente y confirmar que cada hispanoparlante puede desarrollar sus habilidades en la escritura.
Autor
Escrito por Francisco Javier Macías Mendoza para la Edición #115 de Enciclopedia Asigna, en 08/2022. Macías Mendoza es Licenciado en Letras Españolas y maestro en Educación con Enfoque en Innovación de la Práctica Docente, ha escrito libros de relatos y es profesor desde hace 20 años, se dedica a la divulgación de temas sobre literatura, gramática y comunicación.