Se denomina obstinado a un individuo que se mantiene firme en una postura pese a que ésta se ha visto probada como falsa por la experiencia. La obstinación puede entenderse como la terquedad, como una inclinación a repetir una actitud o a sostener una posición en un tema específico de modo irracional. El obstinado generalmente pretende hacer su voluntad a pesar de que la experiencia o la razón le demuestren su error. Este tipo de comportamiento puede ser peligroso tanto para el que la sostiene como para terceros, en la medida en que imposibilita el aprendizaje que la experiencia acarrea, en la medida en que hace imposible el crecer como persona.
El obstinado pretende que las cosas se realicen de la manera que él pretende, dejando de lado los intereses particulares, las necesidades ajenas, o el bien común. De algún modo, la obstinación presupone capricho por parte de quien la manifiesta, en la medida en que éste busca que las acciones que se lleven a cabo se realicen meramente por ser manifestación de su voluntad. Este tipo de actitud puede ser francamente irritante para personas allegadas o que deben lidiar con ésta de modo consuetudinario. Es sin lugar a dudas un gran defecto de personalidad que difícilmente se corrija en el corto plazo debido a la ausencia de espíritu autocrítico.
Debe, dado lo expuesto, hacerse una distinción entre la obstinación y la tenacidad. La tenacidad es una actitud positiva que lleva a acometer metas a pesar de las adversidades; son muchas las ocasiones en las que el hombre tenaz debe rever su postura o estrategia a efectos de lograr sus objetivos. Por el contrario, el obstinado tiende a culpar a los demás en sus fracasos dado que es incapaz de considerar la posibilidad de estar equivocado; ergo, es incapaz de rever sus actitudes, sus estrategias, sus acciones.
En general, el individuo obstinado suele ser en exceso perfeccionista. Esto significa que se preocupa en exceso por los detalles, dejando de lado los aspectos más importantes de una cuestión. Este tipo de circunstancia es la que explica la terquedad que tiene: su preocupación por la perfección es en alguna medida enfermiza, puesto que considera que las decisiones que toma son las mejores, desacreditando las ajenas con liviandad. De alguna manera este tipo de actitud se vincula con la soberbia y es una dificultad para desarrollarse y aprender de los demás de un modo adulto, posibilitando el aprendizaje de los errores.