Una isquemia es una disminución del flujo sanguíneo en una parte del organismo. Esta situación provoca una lesión, ya que se reduce el aporte de oxígeno y de nutrientes necesarios que llegan a través de la sangre. En el caso de que esta situación se mantenga, se puede producir un infarto, es decir, una necrosis o muerte celular debido a la falta de riego.
Normalmente la isquemia se debe a una obstrucción arterial (las arterias son los vasos sanguíneos que salen del corazón y llevan el oxígeno y nutrientes a los diferentes órganos del cuerpo humano). Las principales causas de una obstrucción arterial son las trombosis o coágulos que se dan dentro de la pared de los vasos hasta que se obstruyen, los espasmos (producidos en ocasiones por algunas drogas) o los tumores.
Hay isquemias de varios tipos: transitoria, permanente, aguda o crónica. Esta diversidad se puede observar en distintos órganos, por lo que es posible hablar de isquemias distintas.
La isquemia cardíaca y cerebral
La cardiopatía isquémica es un concepto general y se concreta de formas muy diversas: por una arritmia, una angina de pecho, una insuficiencia cardíaca, un infarto de miocardio o incluso por la muerte súbita. En todos estos casos se siente un dolor agudo detrás del esternón, el cual se irradia al brazo, al cuello o al hombro. De manera excepcional, en algunos casos se produce una isquemia cardíaca que no presenta síntomas aparentes (por lo que es conocida como asintomática o silenciosa).
En el cerebro se produce igualmente un ataque isquémico debido a una falta de sangre en el mismo, siendo la presión arterial alta su principal causa. Una de las variantes más frecuentes de este tipo de accidentes cerebrales es el ictus isquémico, que puede ser transitorio o definitivo, en cuyo caso las secuelas son más severas. Hay causas distintas de la isquemia cerebral y la más común es la aterosclerosis, aunque también existe la embolia cardíaca o la originada por una causa desconocida y no determinada.
Prevención
Los médicos suelen repetir una idea con respecto a la salud: lo importante es prevenir y no curar. Se trata de una verdad que nadie se atreve a contradecir.
En el caso de la isquemia también hay una serie de pautas que actúan de manera preventiva. En primer lugar, se recomienda consumir alimentos sin grasa y llevar una dieta equilibrada. Se aconseja reducir al mínimo el consumo de alcohol, no fumar y evitar el estrés. Al mismo tiempo, cada vez se da más importancia al ejercicio físico moderado y practicado con regularidad. Por último, es muy conveniente realizar chequeos médicos regulares y tomarse la presión arterial periódicamente (de manera especial aquellas personas con antecedentes familiares de presión arterial elevada).