La histología analiza la relación entre la estructura anatómica de los tejidos y su función. De esta manera, busca comprender los microambientes celulares que forman los órganos de los seres vivos.
Esta rama científica se retroalimenta con los saberes de la biología celular y molecular, y con la anatomía, ya que su principal objeto de estudio se da a nivel de los tejidos, que son grupos de células que se asocian entre sí cumpliendo una función determinada. En el cuerpo humano podemos encontrar cuatro tipos de tejidos básicos: epitelial, conjuntivo, nervioso y muscular.
Técnicas histológicas
Para poder describir en detalle la composición, estructura y características de un tejido dado, es necesario caracterizar a las células que lo componen y describir las relaciones que se producen entre ellas. Para esto, es necesario apelar a técnicas especializadas, ya que se trata de sistemas microscópicos que no pueden observarse a simple vista.
Las técnicas histológicas son de lo más variadas, pero hay algunas que son más comunes y se hacen de rutina en la mayoría de los laboratorios especializados en histología. Entre ellas, podemos mencionar:
– Histoquímica, citoquímica, inmunohistoquímica y otras técnicas de hibridación: Se trata de métodos que, mediante la unión específica de un colorante, un anticuerpo marcado con un fluoróforo, una sonda, o a través de una reacción enzimática, buscan aportar información acerca de los componentes tanto intracelulares como extracelulares de los tejidos, como así también de la funcionalidad que tenían las células que los componen.
– Radioautografía: En la radioautografía se utilizan moléculas marcadas radiactivamente que se unen específicamente a determinados compuestos que se quieran detectar en el tejido analizado.
– Técnicas microscópicas: Los microscopios son instrumentos que nos permiten aumentar el tamaño de una imagen lo suficiente para que pueda ser vista a través del ojo humano. Por esto, las técnicas microscópicas son de uso diario en la práctica de la histología. Existen distintos tipos de microscopios que utilizan diferentes principios para su funcionamiento. Entre ellos, el microscopio óptico es el más común y conocido, que utiliza un conjunto de lentes para agrandar la imagen de interés. Pero para casos en los que se necesita una mayor resolución pueden utilizarse el microscopio electrónico (de transmisión o de barrido) o el microscopio de fuerza atómica.
Para el empleo de todas estas técnicas es necesario preparar el tejido previamente.
Preparación de los tejidos en histología
Debemos tener en cuenta que lo que se observa a través de un microscopio no es un tejido vivo sino un corte en dos dimensiones de un tejido que ha sido extraído y preparado para poder ser analizado.
Una vez que las muestras son extraídas del organismo, el primer paso es fijarlas para que se mantengan conservadas todas las estructuras del tejido de interés. Para esto, se utilizan sustancias químicas (en forma individual o mezclas) que anulan el metabolismo celular, impiden la autodigestión de los tejidos y destruyen bacterias, hongos, virus y otros microorganismos patógenos. Además, con la finalidad de endurecer el tejido, estas sustancias forman enlaces o desnaturalizan proteínas. Esto va a depender de si se necesita o no mantener la estructura tridimensional de las proteínas para que puedan unirse a otros componentes.
La formalina, que está compuesta por una mezcla de formaldehído en combinación con un buffer, es el fijador más común, aunque existen otros. El tipo de fijador a utilizar va a depender de los componentes y estructuras que se quieran retener en el tejido de acuerdo con la finalidad del estudio.
Luego de la fijación se debe lavar y deshidratar el tejido. Para esto se utiliza una serie de soluciones con concentración creciente de alcohol. Luego se aclara con solventes orgánicos como el tolueno o el xileno, y se incluye en parafina. Esto genera un taco que contiene el fragmento de tejido fijado. El soporte de parafina permite que el tejido pueda ser cortado en capas muy delgadas, lo cual facilita su manipulación y visualización posterior a través de las técnicas mencionadas anteriormente.
Estas finas capas de tejido son cortadas en un equipo denominado micrótomo, y se ubican sobre portaobjetos que luego podrán ser ubicados en un microscopio para su visualización. Pero antes de eso, es necesario agregar más tratamientos a las muestras, ya que son incoloras. Entonces, suelen ser teñidas con distintos colorantes que tienen especificidad por diferentes componentes del tejido, siendo la hematoxilina y eosina los más comunes, aunque existen muchos más.
Los tratamientos posteriores que se hagan al tejido ubicado en el portaobjetos dependerán de la técnica que se utilizará para su estudio y del tipo de microscopio que se usará para su visualización.
Importancia de la histología
La caracterización de la microanatomía de un tejido es clave para poder comprender la fisiología del organismo en un estado normal. Esto no sólo tiene una aplicación de índole informativa, sino que es de gran utilidad en la práctica médica, ya que, para poder reconocer y diagnosticar un tejido enfermo, es necesario distinguirlo y diferenciarlo de un tejido sano.
Dentro de las ciencias de la salud, existen profesionales llamados patólogos qué se especializan en el diagnóstico de tejidos extraídos de biopsias. Para esto, utilizan las técnicas histológicas descritas anteriormente para la observación de los tejidos a través del microscopio. Así, pueden diagnosticar, por ejemplo, la presencia o estadio de un tumor maligno mediante la observación de la morfología de las células que lo componen.