El concepto de gobierno puede definirse como la manera en la que se organiza el Estado para administrar y regular sus funciones prácticas y tangibles, lo cual incluye la relación entre los distintos poderes que lo conforman: el ejecutivo como aquel que ostentaría el gobierno en sí mismo a través de las funciones de planeación, dirección e implementación de la acción estatal, el legislativo en su calidad de reformador y hacedor de leyes, y el judicial, responsable por hacer valer la ley, con la capacidad de interpretarle o anularla.
Durante del desarrollo de la ciencia política, el estudio sobre los distintos tipos de gobierno y las reflexiones sobre cuál es la forma idónea de gobernar han dado pie a la teorización sobre diferentes clasificaciones y características, mismas que tienen que ver, en mayor medida, con el número de personas que ejercen el poder y el nivel de inclusión ciudadana para la participación política.
Las formas de gobierno según Aristóteles
Ya desde la antigüedad han surgido innumerables pensadores que han explorado el tema. Uno de los principales, y el más retomado por teóricos posteriores, fue Aristóteles, quien en su libro «La política» establece seis formas de gobierno dependiendo del número de personas que ostentan el poder. Tres de ellos se consideran como virtuosos por buscar el bien común, más tienen su contraparte en tres formas corrompidas que velan por intereses personales o de algunos pocos.
En lo que toca a los tipos de gobierno virtuosos, encontramos que Aristóteles afirmaba que la democracia es el modelo en donde las decisiones son tomadas por la colectividad a través de la elección popular. Enseguida, tenemos que la aristocracia es el gobierno de un grupo selecto de notables o sabios. Por último, la monarquía es el gobierno de una sola persona en la que recaen todos los poderes.
Del otro lado, como contraparte de la democracia tenemos a la demagogia, misma que el autor define como la forma de gobierno en la que las decisiones son tomadas por capricho de la mayoría. La oligarquía es la forma tiránica de la aristocracia, y se diferencia de esta porque en lugar de los más versados, gobiernan los que cuentan con más recursos económicos. Por último, la tiranía resulta una forma desviada de la monarquía; en ella el gobierno de una sola persona se lleva de forma despótica y absolutista.
Cabe destacar que Aristóteles consideraba que el gobierno más idóneo era la monarquía, sin embargo, su contraparte, la tiranía, era la forma más peligrosa por la excesiva concentración del poder que conlleva, es por ello que el filósofo sugiere que el sistema más pertinente es el de la democracia, puesto que su forma despótica es la menos dañina de las tres formas de gobierno no deseables.
Las visiones y obras de Maquiavelo y Montesquieu
En épocas posteriores, la discusión sobre cuáles son las formas de gobierno, sus características y repercusiones, continúo siendo un tema de interés de los estudiosos de lo social, sin embargo, la mayoría retomaba, de una u otra forma, lo ya expuesto por el filósofo griego. Entre los pensadores interesados en el tema está el considerado por muchos como el padre de la ciencia política, Nicolás Maquiavelo, quien tiene dos libros fundamentales en el estudio del buen gobierno. El primero, Discursos sobre la primera década de Tito Livio, explora las características y las repercusiones de una república, gobierno en donde los dirigentes son elegidos por la población de un Estado. Por el contrario, en su texto más conocido, El príncipe, expone los elementos que hacen que una monarquía sea exitosa.
Posteriormente, como consecuencia de las monarquías absolutista como forma de gobierno, se desarrolla la llamada Ilustración, y con esta, otros pensadores que tratan el tema. Entre los más destacados está el barón de Montesquieu, cuyo libro El espíritu de las leyes retoma la caracterización que ya hacía Aristóteles, aunque con algunas modificaciones. El pensador francés habla de tres sistemas principales: el republicano, el monárquico y el despótico.
El republicano consiste en que al menos una parte de la población ostente el poder soberano, esto es, el poder político que, en términos de Weber, podría definirse como la «capacidad de imponer una voluntad»; de ser un grupo reducido el que lo ejerza, recibe el nombre de aristocracia, de ser la ciudadanía en su conjunto, es una república. Por su parte, el gobierno monárquico es en dónde gobierna una sola persona, pero siempre con respeto y apego a la legalidad; lo que lo diferencia del gobierno despótico es que este último, si bien es ejercido por un solo individuo, sus decisiones se toman de forma arbitraria y bajo consideraciones personales.
Prevalencia de la Democracia
En épocas recientes, hemos visto que la forma de gobierno que prevaleció y que actualmente encontramos en la gran mayoría de los países es la democracia; hoy en día es muy improbable que alguien cuestiona que es esta la forma de gobernar más adecuada. Por lo anterior, es posible advertir que en años recientes la teorización sobre las formas de gobiernos más deseables gira en torno a los tipos de democracia que han de establecerse. De esta forma, surge la llamada teoría de la democracia, misma que se ha encargado de las distintas acepciones respecto a este concepto.
Entre algunas de las clasificaciones que encontramos a este respecto, están la democracia presidencial, en la que el jefe de gobierno o Estado es elegido de manera directa, y la democracia parlamentaria, en la que el jefe de gobierno se elige a través del parlamento.
Por su parte, la democracia liberal es aquella en que, además tomar en cuenta la elección de los gobernantes, supone la estricta división de los tres poderes del Estado (ejecutivo, legislativo y judicial), así como la certeza de algunas garantías individuales; está forma de democracia es la que prevalece en la mayoría de los gobiernos actuales.