Un gigoló es un hombre que se ofrece a una mujer a cambio de dinero. Normalmente la mujer es de mayor edad y el intercambio entre ambos tiene una finalidad sexual.
El gigoló es generalmente un hombre joven de buena apariencia física y que se dedica profesionalmente a las mujeres, con el fin de obtener una gratificación económica, así como regalos y atenciones diversas.
La palabra gigoló es de origen francés y es un calco de este idioma. Empezó a popularizarse en el siglo XlX y se considera que proviene del término guigue, que significa violín y baile.
Se puede decir que el gigoló se dedica a la prostitución masculina, pero es una prostitución con algunos matices. No ofrece simplemente su cuerpo con un fin sexual, sino que es también un acompañante esporádico de mujeres adineradas que buscan el entretenimiento y practican una especie de juego de seducción.
El gigoló suele frecuentar ambientes de lujo con el fin de llamar la atención sobre sus clientas. En el mundo de estos profesionales hay una serie de características: un cierto glamour, elitismo, buenas maneras, fantasías sexuales y consumo de productos caros. El ambiente que rodea a estos individuos se ha dado a conocer a través de la literatura y el cine, pues en la vida cotidiana no se conoce habitualmente este tipo de realidad. Las historias del cine han creado un idea sofisticada de todo lo que les envuelve y es muy probable que no se corresponda con la realidad (el gigoló que acaba enamorándose de la clienta es una idea atractiva, aunque poco realista).
Algunas valoraciones
Si bien la prostitución femenina es bastante conocida, la masculina continúa viéndose de otra manera, como un tabú social. Mientras la prostitución femenina está vinculada al tráfico de mujeres, a la explotación y al turismo sexual, en el caso de la masculina se trata de un tema escasamente abordado. Por este motivo, en ocasiones los gígolos son confundidos con los chaperos o con los taxiboys.
Desde una perspectiva histórica, la prostitución masculina ya se practicaba en la antigüedad, pues tanto en Grecia como en Roma había burdeles de hombres, que normalmente eran esclavos.
La figura del gigoló puede ser interpretada de varias maneras. Como un profesional que ofrece un servicio y cobra por ello, al igual que otra actividad laboral. Como un vividor que se deja utilizar por las mujeres mayores. Como alguien sin escrúpulos y sin un sentido de la moralidad. Así, se aprecia que son diversas las valoraciones que se pueden hacer sobre estos individuos.