La generosidad es un tipo de conducta orientada a la ayuda a los demás. Quien actúa normalmente de esta manera se dice de él que es una persona generosa.
Comportarse con generosidad implica que hay una satisfacción en el hecho de prestar una colaboración, hacer un favor, auxiliar a alguien o, en definitiva, ayudar al prójimo. Por otra parte, la auténtica generosidad es desinteresada, es decir, no se pretende recibir nada a cambio.
La generosidad se opone al egoísmo, la actitud que busca el propio beneficio. Esta oposición entre los dos conceptos no siempre resulta evidente, puesto que ser generoso produce una satisfacción personal y, por lo tanto, se trata de un comportamiento «egoísta», pero un egoísmo no del beneficio sino de la propia gratificación.
Socialmente la generosidad es una virtud bien valorada y suele tener el reconocimiento general. Con cierta frecuencia se afirma que la persona generosa acaba recibiendo algo a cambio (la gratitud de los demás o el reconocimiento de alguna manera). En este sentido, la generosidad perdería su valor si estuviera motivada por un interés oculto o por vanidad personal.
La generosidad actúa como un mecanismo social a través de acciones muy diversas: una limosna, una acción caritativa, practicar una modalidad de voluntariado o ayudar a un vecino. Más allá de la esfera privada, esta inclinación hacia la ayuda también presenta una dimensión global y la ayuda humanitaria sería un claro ejemplo.
Un caso muy evidente de generosidad es la donación de órganos o de sangre. En ambas circunstancias hay un ofrecimiento realmente altruista, hasta el punto de conseguir que alguien pueda sobrevivir gracias a la acción desinteresada de una persona desconocida.
Un perfil de la persona generosa
Se podría hacer un retrato o un perfil del individuo generoso. Es alguien al que le gusta compartir lo que tiene. Se mueve por un sentimiento de empatía, de tal forma que entiende las necesidades de los otros. En consecuencia, es una persona solidaria, dispuesta a ofrecer su energía y su tiempo a los que sufren o tienen algún problema.
El generoso no es una persona tacaña con el dinero y no suele tener inconveniente a la hora de invitar a las personas de su entorno personal. Es igualmente hospitalario y desprendido. Su altruismo obedece a un impulso interior, que puede ser de carácter moral (considera que tiene la obligación moral de servir a los demás) o puede tener una raíz religiosa (todas las religiones propugnan la ayuda a los demás como la pauta de comportamiento más humana).
Si es alguien con un alto poder adquisitivo o con una gran fortuna, es muy probable que realice acciones filantrópicas (hay que tener en cuenta que la filantropía es precisamente el amor a la humanidad).