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Nació en la ciudad de Pérgamo (dominio romano), ubicada en Asia Menor, en el territorio que hoy ocupa la ciudad turca de Bergama, en el seno de una familia rica y de origen griego.
Su padre era arquitecto, hacendado, y tenía conocimientos sobre matemáticas, astronomía y literatura; desde pequeño alentó que su hijo estudie artes y ciencias.
Inclusive, algunos registros sostienen que habría tenido un sueño premonitorio, en el cual, el dios de la medicina Esculapio, le predijo que su hijo sería médico.
En una de sus obras, confesó que su padre fue la persona más amable que conoció, mientras que calificó de maldita y cruel a su madre.
Los estudios sobre su personalidad y carácter han arrojado la novedad que habría heredado algo de esa ira que caracterizó en vida a su mamá.
Se dedicó al estudio de la medicina cuando dejó la adolescencia, en el templo de su ciudad que albergaba justamente al dios de esta: Asclepio.
Entró en contacto con la obra de su colega y referente, Hipócrates, que le marcó su camino.
El estudio lo conminó a viajar por diversas e importantes ciudades de su época: Esmirna, Alejandría, Chipre, Creta y Corinto, entre otras.
Trabajó como médico de la Escuela de Gladiadores, donde pudo aprender muchísimas cuestiones de primera mano.
Como la disección de seres humanos estaba prohibida, sus estudios los hacía con animales, por ejemplo con monos.
Se asentó en la ciudad de Roma y fue médico de los emperadores romanos Marco Aurelio, Cómodo y Septimio Severo.
Un incendio destruyó gran parte de su obra. Solo se lograron salvar unas 150 obras.
De todo ese bagaje que legó se sintetizó su teoría acerca del cuerpo y la práctica médica.
Para él los órganos más importantes eran el hígado, el cerebro y el corazón. Ellos están comunicados con el cuerpo por vasos: las venas con el hígado, las arterias con el corazón y los nervios con el cerebro.
Identificó tres espíritus responsables de mantener la vida: el vegetativo, que se formaba en el hígado; de él depende que funcionen los órganos del abdomen, la reproducción, el crecimiento y la nutrición y contiene los sentimientos vinculados al deseo.
El espíritu vital se encarga del latido del corazón, la respiración y el pulso arterial, mientras que el tórax es su parte fundamental y donde se depositan la audacia, el temor, la desesperanza y la ira.
Y el espíritu animal, formado en el cerebro y a cargo de las sensaciones y movimientos que se distribuyen vía los nervios. La razón, la imaginación y la memoria se alojan en él.
Respecto de las enfermedades y sus orígenes, consideró la presencia de cuatro humores: sangre (hígado), bilis amarilla (vesícula biliar), flema (glándula pituitaria) y bilis negra (bazo). Cuando estos estaban en equilibrio hay salud, mientras que la desestabilización de alguno supone enfermedad.
Las formas de diagnóstico de las afecciones eran: análisis de orina, tacto de pulso y la inflamación de órganos.
Se le atribuye, asimismo, la denominación de los huesos del cráneo, la identificación de las partes de la columna vertebral, la descripción de la glándula tiroides, las funciones de la vejiga y el riñón, de las válvulas del corazón; y determinó que por las arterias circula sangre y no aire, como se suponía erróneamente…
Otro hito que marcó fue el estudio del globo ocular, distinguiendo en él: la retina, la córnea, los músculos que se fijan en los huesos del cráneo, entre otras partes fundamentales.
Usó las plantas para elaborar medicamentos.
Murió en su ciudad natal.
Cabe destacarse que no hay certeza respecto del año, algunos ubicaron su muerte en el año 200, o por lo menos que sucedió en el período 200-216.