- 13/08/1844
- 1861
- 1867
- 1872
- 1868
- 1869
- 1871
- 1874
- 1890
- 26/08/1895
- Post Mortem
Nació en Basilea, Suiza.
Su padre era médico y un reconocido profesor de la Universidad de Basilea, en las materias de anatomía y de fisiología.
La presencia de científicos era una cuestión cotidiana en su hogar y por supuesto esa situación no le fue ajena, ni mucho menos, sino que lo animó a definir tempranamente su vocación por la medicina.
Aprendió mucho de las discusiones que se daban entre su padre y colegas, en la sala de su casa, y a las que él siempre prestó mucha atención.
Siguió los pasos profesionales de su papá y de su tío materno y estudió medicina, sin embargo, una discapacidad auditiva, consecuencia directa de una enfermedad que padeció en la infancia, le impidió ejercer como tal, y por caso es que decidió seguir el camino de la investigación y estudiar bioquímica.
Comenzó sus estudios de medicina.
Se graduó como médico.
Inició su carrera docente en la Universidad de Basilea como su padre.
Viajó a la ciudad alemana de Tubinga para trabajar con dos de los mejores químicos de la época: Adolf Strecker, especializado en química orgánica, y Felix Hoppe-Seyler, referente de la química fisiológica.
Descubrió la molécula del ADN, la nucleína.
Durante una de sus tantas investigaciones en la Universidad de Tubinga, y mientras examinaba el pus de entre los residuos quirúrgicos, identificó y aisló una sustancia inédita del núcleo celular que presentaba una composición química diferente a las proteínas y a cualquier otro componente que se conocía hasta ese entonces.
Usó alcohol caliente y luego un fermento presente en el jugo gástrico, que funcionó como separador de la membrana celular y el citoplasma de la célula.
Sometió a los desechos quirúrgicos y al esperma de salmón a estos componentes junto a la acción de la fuerza centrífuga. El resultado fue el aislamiento de los núcleos y finalmente los analizó.
Su principal suposición fue que la sustancia estaba directamente vinculada con el núcleo celular y por ello la denominó nucleína.
Tiempo después sería rebautizada como ácido nucleico y finalmente ácido desoxirribonucleico (ADN).
Y así fue como empezó a aislar núcleos y al material complejo que analizó le identificó en su composición fósforo y nitrógeno.
Esta novedad que no se había visto antes le hizo concluir que estaba frente a un componente biológico que jamás se había identificado y que estaba vinculado al núcleo de la célula.
Cabe destacarse que, el ADN es una de las células más relevantes de nuestro organismo, responsable de la transmisión hereditaria y aquella que define nuestra individualidad y los rasgos faciales, ya predeterminados por la cantidad de cromosomas y la manera en la que están dispuestos.
Su descubrimiento fue publicado recién en este año. Apenas lo identificó le envió una carta a su tío y colega para comentarle la novedad.
En aquel entonces supo que era importante su hallazgo, sin embargo, no tuvo plena idea de la revolución científica que había protagonizado, que sería fundamental y el puntapié para los hallazgos que se sucedieron en cadena en los siguientes siglos.
Regresó a Basilea y continuó ampliando la investigación a partir del estudio del esperma de los salmones y nuevamente cayó en cuenta de la presencia de la nucleína.
Se enfermó de tuberculosis.
Murió en la ciudad suiza de Davos, como consecuencia de las complicaciones que le acarreó la tuberculosis. Tenía 51 años.
En su honor uno de los laboratorios de la Sociedad Max Planck lleva el nombre de Laboratorio Friedrich Miescher.
Dicha sociedad está compuesta por una red de instituciones donde se realizan investigaciones científicas. Max Planck, justamente, fue un físico, pionero de la mecánica cuántica.
No tiene fines de lucro, es autónoma y está sostenida económicamente por el gobierno federal y estatal de Alemania donde se encuentran sus sedes principales.