Cada persona tiene una escala de valores concreta y determinada, es decir, unos filtros a partir de los que interpreta la realidad desde la perspectiva de la moral. Los valores sirven para diferenciar entre el bien y el mal, es decir, son normas que nos ayudan a diferenciar aquello que es correcto de aquello que no lo es. Los valores se adquieren en la infancia a través de la educación que una persona recibe en el hogar y en el colegio. Sin embargo, con el proceso de madurez, cualquier persona también suma nuevos valores a partir de su experiencia y de su punto de vista. Del mismo modo, una persona también puede cambiar de opinión en relación con los valores porque la vida también es sumar nuevas creencias.
Una escalada de valores muestra como indica su propio término que una persona tiene una jerarquía de ideas. Existen valores que son más prioritarios y urgentes que otros. Cuando una persona actúa en contra de un valor personal importante, entonces, se siente mal consigo misma porque ha ido en contra de su verdadera esencia. Este error es muy humano porque las personas también tenemos muchas contradicciones internas. Por ejemplo, podemos pensar una cosa y hacer la contraria.
Una de las premisas básicas para tener un alto nivel de felicidad es ser fiel a esa escala de valores. Es decir, ser honesto con uno mismo y consecuente con la forma de pensar. Existen personas que pueden ir en contra de aquello en lo que creen y dejarse arrastrar por el poder del grupo. Algo que ocurre de una forma más frecuente en la adolescencia cuando la opinión del grupo puede condicionar de una forma especial al joven.
La sociedad actual está marcada en cierta forma por el relativismo ético, es decir, por el “todo vale”. El bien sería interpretado desde este punto de vista como “lo que es bueno para mí” dentro del contexto de una sociedad individualista.
Los valores son inmateriales, no se ven, no se perciben al modo de los objetos materiales. Sin embargo, son una realidad fundamental de la conciencia humana. Por tanto, es muy importante que cada persona sea fiel a sus propios principios. Conviene puntualizar que cada persona tiene una escala de valores concreta incluso dentro de una misma familia. Las escalas de valores no coinciden como un puzzle en las relaciones. Sin embargo, lo que sí es verdad, es que nos sentimos más cerca de aquellas personas que tienen una ética similar a la nuestra.