- Hijo de la diosa del amor. Educado por el centauro más famoso.
- Troya es arrasada. La huida.
- La Eneida
- La feliz pareja engendró dos hijos: Ascanio y Silvio.
Eneas es un semidiós, hijo de Afrodita, la gran diosa del amor y la belleza y Anquises, un troyano y familiar lejano de la realeza de la ciudad, pero, aún así, no era más que un mortal.
Eneas, como muchos otros héroes, fue educado por el centauro Quirón, que le enseñó a cazar, algo de música, medicina, matemáticas… este centauro era el profesor con mayor reputación en la Antigüedad Grecia.
Cuando los troyanos entraron el gigantesco caballo de madera tal y como había ideado Ulises, habían firmado su sentencia de muerte sin saberlo.
Los soldados griegos escondidos en el caballo hueco esperaron pacientemente varios días, hasta que salieron de su escondite una noche, pillando a los troyanos completamente desprevenidos y sin armas.
Pero incluso antes de eso, durante los diez largos años de batallas en frente de las murallas de Troya, los griegos arrasaron con todo, por supuesto.
Sin miramientos y misericordia, mataban a todo troyano que se les ponía a tiro.
Eneas estuvo a punto de morir allí, como tantos otros troyanos, a manos de Diomedes (junto a Aquiles y Áyax, uno de los mejores guerreros griegos). Hirió a Eneas de gravedad, y cuando Afrodita vio que su hijo había sido alcanzado, corrió a socorrerlo, elevándolo en sus protectores brazos. Diomedes sabía que Afrodita, pese a ser una diosa, tenía un carácter vulnerable porque las guerras no iban con ella (a diferencia de la audaz Atenea), y como no sentía ningún respeto por la diosa del amor y la belleza, se abalanzó también sobre ella y la hirió en una mano. Afrodita, sorprendida, soltó a su hijo y regresó al Olimpo llorando. Zeus incluso se mofó de ella, las batallas no eran algo en los que esta diosa debiera involucrarse, de ahí la famosa frase “haz el amor y no la guerra”.
Sin embargo, el joven semidiós consiguió salvarse después de todo, Apolo (que estaba de lado de los troyanos) lo rescató del campo de batalla y lo llevó hasta su hermana gemela, la diosa Artemis, en Pérgamo, que era el lugar sagrado de la ciudad de Troya, y allí la diosa le curó su herida.
Afrodita permaneció al margen pero vigilante desde entonces, y como quería mucho a su hijo, le ordenó que escapara de la ciudad. Preveía que su futuro iba a ser grandioso, y no podía morir tontamente en Troya por honor o para defender un lugar que ya no existía, que los griegos se habían encargado de hacer desaparecer de un plumazo.
Eneas obedeció y consiguió escapar de la ciudad junto a su ya anciano padre Anquises y su hijo pequeño.
Conocemos la historia de Eneas a partir de este punto gracias a La Eneida, uno de los poemas latinos más importantes de la historia, escrito por Virgilio.
Eneas viajó sin rumbo durante mucho tiempo, en busca de un lugar en el que pudiera instalarse con su familia y llamar hogar. Pero pasaba el tiempo y su desespero era cada vez mayor, pues ningún lugar parecía estar hecho para él.
Una noche, tuvo un sueño revelador: para hallar su sitio debía dirigirse a un lejano país que se encontraba en dirección oeste. Aquel país era Italia, antiguamente llamado Hesperia. Cuando Eneas despertó de ese sueño, se puso manos a la obra, partirían hacia aquellas tierras lejanas.
Por el camino hubo diversos acontecimientos negativos y Eneas y su flota acabaron desembarcando en la ciudad de Cartago, una ciudad aún nueva, fundada por una bella mujer llamada Dido, que la gobernaba y poco a poco la iba convirtiendo en una ciudad cada vez más grande y poderosa, magnífica. Dido se había quedado viuda demasiado pronto. Eneas, también viudo (había perdido a su mujer Creúsa la misma noche en que se marchó de Troya) pareció sentirse atraído hacia la gobernadora de Cartago.
Estos sentimientos no eran reales, pero Hera (o en romano Juno) no había olvidado su odio hacia los troyanos, y planeó que Eneas y Dido se enamorarán como parte de su venganza, para que Eneas se olvidara de sus planes relacionados con Italia. Para desgracia de Juno, Afrodita (en romano Venus) intervino de nuevo por el bien de su hijo. Que Dido se enamorara de él le resultaba indiferente, era incluso bueno porque así estaría bien cuidado en Cartago, pero hizo que Eneas sólo se dejara querer por ella, pero que no fuera un amor correspondido y siguiera con la idea de Italia en la cabeza.
Dido y Eneas fueron muy felices durante un tiempo. La reina de Cartago lo colmaba de atenciones y le daba todo cuanto quería, no podía vivir mejor.
Pero un día, Eneas decidió que ya era hora de partir rumbo a Italia, y pensó en marcharse sin decirle nada a Dido.
Cuando ella descubrió que su amado había partido sin decirle nada se suicidó.
De nuevo en ruta, Eneas vivió otras aventuras relevantes, como la bajada al mismísimo Hades, para hablar con su padre, que ya había fallecido. Allí vio también el espíritu de Dido, fue entonces cuando supo que la reina de Cartago se había suicidado por su culpa. Trató de pedirle perdón por ello, pero ella no aceptó las disculpas ni las súplicas, Eneas le había roto el corazón.
Cuando llegó a la Península itálica, el héroe y sus hombres desembarcaron en Laurentio, donde gobernaba el rey Latino, que tenía una hermosa hija llamada Lavinia, que se convirtió en la tercera mujer de Eneas.
Eneas murió después de todo en combate contra los griegos, sin llegar a pisar la ciudad de Roma. Sin embargo, la fama de este personaje en la cultura romana se debe a que está considerado el antecesor de los romanos, se dice que los famosos hermanos Rómulo y Remo, hijos de Rea Silvia, que murió dejándolos huérfanos y los amamantó y cuidó la loba Capitolina eran descendientes del mismísimo Eneas, por eso en Roma se le considera un héroe (si no un Dios) prestigioso, valiente y luchador por seguir adelante tras la pérdida de su posición en Troya.