La Doctrina Monroe fue una declaración elaborada en 1823 por parte del secretario de Estado de Estados Unidos, John Quincy Adams, durante la presidencia de James Monroe. La misma, basándose en la fórmula “América para los americanos”, estableció que cualquier intervención europea sobre el continente americano sería considerada por Estados Unidos como una amenaza y, por lo tanto, se defendería del ataque. Esta política, a la cual luego se le adhirieron los corolarios Hayes y Roosevelt, constituyó la clave de la política exterior de Estados Unidos que rápidamente se conformó como una potencia imperial sobre el territorio americano.
Contexto de surgimiento
En 1776, Estados Unidos fue el primer país americano en obtener la independencia y desde aquel momento luchó por incorporar bajo su soberanía a los territorios circundantes. De esta forma, las guerras con potencias extrajeras, fundamentalmente con Inglaterra, fueron habituales en aquel período.
Paralelamente, en los territorios ubicados en Sudamérica, retomando la influencia de Estados Unidos y aprovechando la situación de debilidad de España producto de las invasiones napoleónicas, también se habían conformado sus propias juntas de gobierno y las independencias estaban próximas a ser declaradas.
Sin embargo, el fin de las guerras napoleónicas en 1815 junto con la conformación de la Santa Alianza comprendida por Prusia, Austria y Rusia, dieron un vuelco a la situación y las independencias comenzaron a ser amenazadas ya que en Europa se comenzó a buscar la restauración monárquica y, consecuentemente, el restablecimiento de los imperios en el territorio americano.
Fue en ese contexto que se diseñó la llamada Doctrina Monroe que se dio a conocer en 1823. La misma, bajo el lema de “América para los americanos”, estableció que cualquier ataque o intervención sobre el continente americano sería considerado como una amenaza directa a Estados Unidos y, por lo tanto, se respondería bélicamente al ataque.
Aplicación
La Doctrina Monroe se presentó como una política de oposición de Estados Unidos frente al imperialismo europeo. En este sentido, si bien de alguna forma garantizó la independencia a los recientemente creados Estados latinoamericanos respecto de las potencias europeas, ello implicó que el imperialismo sobre el continente a partir de ese momento estaría dirigido por Estados Unidos. Retomando esta doctrina y basándose en su “destino manifiesto” (que supone que la nación fue elegida para expandirse de este a oeste), Estados Unidos dio inicio a sus políticas expansionistas.
Por otro lado, vale señalar que la defensa propinada por la doctrina Monroe no fue tal, ya que hubo diversas situaciones de invasión y ocupación por parte de Europa hacia territorios americanos que no fueron respondidas. Ejemplo de ello fueron la ocupación de las Islas Malvinas por parte del Reino Unido en el año 1833 o la ocupación de República Dominicana entre 1845 y 1850 por parte de España. De esta forma, se entiende que la Doctrina Monroe en realidad fue una excusa para justificar las intervenciones de Estados Unidos en América Latina.
Posteriormente, en el año 1880, a la Doctrina Monroe se agregó el corolario Rutherford Hayes. El mismo estableció que Centroamérica sería una esfera de influencia únicamente de Estados Unidos. De esta forma, se impidió su comercio con otros países y se intervinieron directamente en los territorios. Para 1904, también se adhirió el corolario Roosevelt el cual estableció que Estados Unidos tenía la potestad de intervenir en los países americanos para reordenar el Estado en caso de falta de capacidades de los gobiernos locales o para dar garantías a los ciudadanos en caso de invasiones extranjeras. A estas políticas se las conocen como “el gran garrote” debido a la aplicación del uso de la fuerza para intervenir en las soberanías latinoamericanas.
La crítica fundamental a la Doctrina Monroe proviene desde los países latinoamericanos que sostienen que, cuando Estados Unidos interviene, también es un país extranjero el que esta avanzando sobre un territorio soberano. Asimismo, debido a que los beneficios de la doctrina son monopolizados por el país del norte, se suele juzgar la máxima “América para los americanos”, ya que en los hechos se corresponde con una “América para los estadounidenses”.