El conocimiento en general se puede concebir desde muchos puntos de vista (por temas o apartados, históricamente, desde una perspectiva práctica o teórica). Cuando unas ideas de un determinado ámbito forman un cuerpo conjunto homogéneo, nos encontramos ante una doctrina.
Es posible hablar de doctrina desde un punto de vista religioso, cultural o político. Normalmente, es en la religión donde más se utiliza este concepto, ya que los distintos principios, dogmas y valores de una creencia religiosa se pueden agrupar formando un cuerpo doctrinal, es decir, una serie de pautas, ideas y recomendaciones.
La principal característica de cualquier doctrina es la coherencia entre los distintos elementos. No tendría sentido que un principio religioso entrara en contradicción con otro y lo mismo se podría decir en el ámbito político.
Otro aspecto importante de una doctrina es su aspiración a la divulgación y expansión. Las ideas religiosas o políticas pretenden conseguir adeptos o seguidores, para lo cual es preciso elaborar documentos doctrinales que sirvan para dar a conocer el contenido de las creencias religiosas o de los ideales políticos.
Como pauta general, cada doctrina se opone a otra u otras, de tal forma que establecen una rivalidad entre ellas (el liberalismo se contrapone al absolutismo y las doctrinas materialistas se confrontan con las espirituales).
Cuando una doctrina pierde validez por algún motivo, suelen aparecer grupos que proponen un nuevo planteamiento doctrinal. En el terreno religioso esta circunstancia se ha puesto de manifiesto con las herejías (las creencias que se desvian de una doctrina y crean otra diferente).
En el caso de la religión católica, su doctrina procede de textos diversos (principalmente la Biblia), pero se agrupan en un documento doctrinal único, en este caso el catecismo.
El término doctrina no tiene, en principio, ninguna connotación negativa. Sin embargo, cuando una persona o un colectivo intenta convencer a los demás sobre ella, se produce el adoctrinamiento, y en este caso sí puede haber un sentido peyorativo en el uso de esta palabra. El adoctrinamiento se opone a la idea de enseñanza. De hecho, enseñar implica informar a otra persona sobre un tema de manera objetiva y con el propósito de que finalmente tenga sus propias ideas. Por el contrario, el adoctrinamiento pretende reclutar seguidores fieles y sumisos, sometidos a un dogma que en ocasiones no se permite discutir.
No resulta fácil delimitar una frontera entre la enseñanza y el adoctrinamiento, pues son dos ideas que tienen nexos en común. De alguna manera, el que enseña algo pretende convencer sobre ello en algún sentido y, paralelamente, el que adoctrina también está enseñando a pensar.