El Concilio de Trento fue una de las reuniones ecuménicas más importantes de la historia de la Iglesia católica ya que, siendo instituido en 1563, definió los aspectos dogmáticos de dicha religión por alrededor de cuatrocientos años. La convocatoria estuvo motivada por el avance de la Reforma Protestante en Europa que puso en crisis al catolicismo. Si bien en un principio su objetivo consistió en el diálogo con el protestantismo, el Concilio de Trento terminó por dividir tajantemente a ambas religiones.
Contexto histórico
El Concilio de Trento se congregó en un contexto de crisis para la Iglesia católica de Roma. La misma había iniciado en el año 1517, momento en que el fraile Martín Lutero clavó sus noventa y cinco tesis en la puerta de la iglesia de Wittenberg, Alemania, dando inicio así a la Reforma Protestante. Este movimiento religioso rápidamente ganó una gran cantidad de adeptos que se mostraban decepcionados con ciertas prácticas de la Iglesia católica, como la venta de indulgencias. De esa forma, el cristianismo se dividió en dos vertientes fundamentales: el protestantismo y el catolicismo apostólico.
Ante las dificultades propiciadas por la desunión de los cristianos, y frente a la amenaza de invasión turca en el Sacro Imperio Romano Germánico, su emperador Carlos V convocó, en el año 1521, a una asamblea de los príncipes del imperio e invitó a Martín Lutero a retractarse de sus tesis. Sin embargo, el líder protestante no solo no se retractó, sino que reafirmó sus ideas en disconformidad con las autoridades del Papa y la Iglesia de Roma, ratificando su confianza únicamente en las Sagradas Escrituras.
En esta coyuntura, habiendo crecido el número de seguidores de las ideas protestantes, en detrimento de los fieles católicos, el Papa de Roma, Paulo III asumió el compromiso de volver a unir a los cristianos. Así fue que convocó a un concilio en la ciudad de Trento, Italia, para favorecer el diálogo entre ambas posturas y lograr un acuerdo que pudiera zanjar la crisis.
Desarrollo
En principio, es importante destacar que en el transcurso del Concilio hubo dos posturas antagónicas que dificultaron los acuerdos. Por un lado, quienes buscaban la reconciliación entre católicos y protestantes. Por otro lado, quienes se mostraban reticentes a la elaboración de un consenso. A ello se sumaron diversas cuestiones coyunturales referidas a las enfermedades y las guerras que también hicieron que el Concilio se llevara a cabo en tres etapas diferentes.
La primera inició el día 13 de diciembre de 1545 en la ciudad de Trento por orden del Papa Paulo III. Sin embargo, en marzo de 1547 se decidió el traslado a Bolonia para evitar las consecuencias de una peste que azotaba la región. Como varios obispos se negaron a trasladarse, el concilio quedó prorrogado.
La segunda sesión se inauguró el 1 de mayo de 1551 bajo el papado de Julio III. En este caso, hubo una gran representación alemana lo cual daba la pauta de que era posible llegar a un acuerdo. No obstante, esta reunión también duró poco tiempo ya que el aliado de Carlos V, Mauricio de Sajonia, lo traicionó con un ataque y avanzó sobre la ciudad de Trento. Ante la amenaza, se volvió a suspender el Concilio en el año 1552.
Finalmente, la tercera sesión se inauguró el 18 de enero de 1562, esta vez por convocatoria del Papa Pio IV. En este caso no hubo representación alemana lo cual era lógico ya que, al haber sido excomulgados, sus representantes tenían derecho a la palabra, pero no al voto. En 1563 concluyó el concilio y, aunque fue quizás la sesión más conciliadora de las tres, quedó marcada definitivamente la separación del catolicismo y el protestantismo.
Consecuencias
Al permanecer vigente hasta el Concilio Vaticano II que tuvo lugar en el año 1959, el Concilio de Trento contó con consecuencias de largo alcance. En primer lugar, unificó al dogma católico en oposición a las ideas protestantes, reafirmando la salvación por la fe, la presencia real de Cristo en la eucaristía por medio de la transustanciación, la conservación de los Siete Sacramentos, y la veneración de la Virgen y los santos. De esta forma, protestantismo y catolicismo quedaron formalmente divididos como dos religiones diferentes.
Por otro lado, el Concilio de Trento se volvió más cuidadoso de la administración de la Iglesia. Así, se estableció un férreo control sobre la acumulación de cargos por parte de sacerdotes y obispos, se crearon los seminarios para moralizar al clero (imponiendo, entre otras, el celibato), y se prohibió la venta de indulgencias.
Es de destacar que los protestantes, en contra de la autoridad papal, sostenían que la única fuente de la fe eran las Sagradas Escrituras. En este sentido, en el Concilio de Trento se estableció que así era efectivamente, pero se reservó la interpretación de las mismas exclusivamente a los sacerdotes.
Además de lo mencionado, debido al contexto de crisis del catolicismo, el Concilio de Trento tomó ciertas medidas destinadas a aumentar la cantidad de fieles. Así, se llevaron a cabo misiones en países protestantes, se popularizó el rezo del rosario de forma colectiva, se extendieron las fiestas religiosas como el Corpus Christi y se puso un gran empeño en la ornamentación de iglesias con pinturas y metales preciosos. En este punto, tuvo un importante rol en el desarrollo del arte barroco.
En definitiva, el Concilio de Trento terminó por consolidar a la Contrarreforma lo cual tuvo un importante impacto en las guerras de religión que surgieron a posteriori. Sumado a ello, la estricta normativa dogmática de la religión católica instituida por el Concilio provocó la persecución, tortura y asesinato de alrededor de 60.000 por parte de la “Santa Inquisición”.